Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
El pasado 15 de septiembre se iniciaba el año agrícola que, cuando concluya, en estas mismas fechas de 2025, ya habrá pasado la cuarta parte del siglo XXI. 25 años en los que ha cambiado muy poco la producción agrícola, pero sí lo han hecho, y mucho, las explotaciones. Las cerca de 60000 explotaciones que presentan hoy la PAC eran casi el doble en el año 2000. Un descenso que se ha producido tanto en agricultura como en ganadería, como se aprecia a simple vista, cuando hoy es muy difícil encontrar uno de esos rebaños de ovejas que antes salpicaban cada pocos kilómetros el territorio.
Castilla y León representa cerca del 10% de las PAC de España y un 20% de los autónomos agrarios. Al igual que en el resto del país, el sector está muy envejecido: un 30% de las PAC las presentan jubilados, el 60% activos de entre 40 y 65 años, y el 10 por ciento restante corresponden a los menores de 40, los jóvenes, con explotaciones medias bien dimensionadas. En el resto de España todavía está más envejecido el sector. En cuanto al sexo, aproximadamente el 70% son hombres y el 30% mujeres. Buena parte del campo y del territorio de Castilla y León está despoblado, y no es poco si mantenemos las incorporaciones de 500 jóvenes cada año. Si consideramos una media de 40 años de vida laboral, cuando se alcance la mitad del siglo XXI en Castilla y León habrá unas 20.000 explotaciones.
Cuando digo explotaciones no digo propietarios, que de esos hay miles. El arraigo a la propiedad sigue siendo fuerte, sobre todo en aquellos que hemos pisado y nacido en el terruño, y sólo cuando heredan segundas o terceras generaciones venden las tierras para comprar un ‘mini piso’ en las capitales.
A las ovejas que desaparecen les han suplantado las placas solares, con su masiva y desordenada implantación, porque los propietarios arriendan las tierras antes de uso agrícola a grandes corporaciones que les prometen mejores dividendos… Con este panorama, las explotaciones que permanecen no tienen otro camino para sobrevivir que hacerse grandes y muy mecanizadas. El margen de rentabilidad es tan pequeño que solo incrementando la base tierra o las cabezas de ganado se puede vivir de este sector. Paralelamente, han surgido empresas de servicios que permiten otra forma de labrar las tierras, ya que el propietario manda pero no ejecuta las labores, con lo cual se alarga aún más el deseo de retener las tierras más allá de la vida activa.
Pese a esos ajustes y redimensionamientos de las explotaciones, pese a ser Castilla y León el granero de España, el sector cerealista está pasando por momentos de mucha incertidumbre y dificultad económica. Los costes de producción son enormes y el clima muy irregular, parco en lluvias, con heladas y olas de calor que dan al traste con la producción. Por si fuera poco, la amenaza final es el precio. Importaciones masivas en el momento más crítico para nuestras ventas, que llegan sin arancel y con escasos controles en origen, y que hunden cualquier expectativa de beneficio para los agricultores españoles.
Con este panorama se está empezando hablar de la PAC 2028-2035. Todo es susceptible de empeorar, por tanto hay que poner remedio antes de que sea demasiado tarde. En ASAJA hemos trabajado y seguimos trabajando para defender a los agricultores y ganaderos profesionales, para que obtengan rentabilidad, para que sean libres a la hora de elegir qué cultivar o qué ganado tener, y además con la ilusión de producir lo mejor para abastecer las necesidades de la sociedad. Todo esto es imposible si políticos e instituciones no defienden al sector y hacen la vista gorda ante la actuación de multinacionales que, tanto en lo que vendemos como lo que compramos, nos marcan precios para enriquecerse ellos y arruinarnos a nosotros.