José Antonio Turrado. Secretario general de ASAJA Castilla y León
El mundo ha cambiado tanto que, más pronto o más tarde, todos nos daremos cuenta y adaptaremos nuestras vidas a la nueva situación. La lástima es que los últimos en enterarse sean, una vez más, los que nos gobiernan, los que tienen la capacidad de tomar decisiones que nos afectan a todos, los que tienen en sus manos los mecanismos para arreglar las cosas o para que no sigan empeorando. El distanciamiento de la realidad, por parte de la clase gobernante, afecta por igual a los políticos que nos son más cercanos que a los que tenemos más distantes, o si se quiere al cargo municipal y al eurodiputado con plaza en Bruselas.
Ante la crisis global que estalló con la pandemia y que se ha agravado con la guerra en Ucrania, a las distintas administraciones lo único que se les ha ocurrido es una serie de apoyos económicos a sectores productivos que han sido escasos y seguramente mal repartidos. En la parte que nos toca, efectivamente se han puesto en marcha ayudas que llenan la boca al político de turno y no se notan en el bolsillo del destinatario, o se notan poco. Lo que esperamos nosotros como agricultores y ganaderos, en este contexto de crisis donde los alimentos están siendo escasos y caros, es que nos dejen producir sin las limitaciones de unas estrictas normas medioambientales que nunca deben de ser tan estrictas, y que en todo caso pueden esperar. El campo puede aumentar la productividad si se rebaja el listón de esas exigencias, se invierte en las infraestructuras más necesarias, se ofrece financiación asequible, se reducen impuestos y se controlan los costes de ciertas materias primas, como por ejemplo los abonos.
En puertas a la entrada en vigor de la nueva PAC, no me cabe duda que la Comisión Europea y el Parlamento van a introducir modificaciones normativas para adaptarse a la nueva situación, pero lo harán tarde y los cambios no serán de la intensidad deseada. No sería razonable que ante una escasez mundial de alimentos la Unión Europea siguiera hablando de dejar barbechos, de no abonar, de no hacer tratamientos eficaces contra malas hierbas y plagas, porque si así fuera, se profundizaría en la crisis y perderíamos la oportunidad de responder con eficacia ante un problema global. La Unión Europea tiene que cambiar el planteamiento de la PAC y hacerlo en sintonía con lo que ocurre en el resto del mundo, y sobre todo en sintonía con lo que hacen los grandes países situados en los polos económicos mundiales.
Aunque puntualmente no es raro que alguien saque partido a las crisis, incluso dentro de nuestro sector agrario, la política tiene que hacerse pensando en el futuro, y nuestro futuro no pasa por producir poco y vender a precios prohibitivos, tiene que pasar por producir mucho y vender a precios que puedan pagar la inmensa mayoría de los consumidores del mundo que son nuestros clientes finales. Nuestro margen tiene que salir de unos costes razonables y vendiendo por encima de ellos, no de una vorágine inflacionista.