Que las ayudas europeas lleguen a los verdaderos profesionales, a los que producen y crean riqueza, a los que cumplen su compromiso con la sociedad aportando alimentos, es “de cajón de madera de pino”, como se suele decir. Pero por primera vez está escrito en un papel oficial.
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
Recién firmados los acuerdos entre Gobierno y Comunidades Autónomas que marcarán la aplicación en nuestro país de la PAC hasta el año 2020, Miguel Arias Cañete se quejaba en los medios de comunicación de que las organizaciones agrarias no nos dábamos nunca por satisfechas. Que primero habíamos atornillado en lo posible al ministerio para que no se perdiera un céntimo del dinero que hasta ahora recibía el campo español y que, asegurado el presupuesto, habíamos seguido exigiendo más y más cosas. Pues bien, eso que tanto le extrañaba al ministro, creemos que ha sido positivo. La presión ejercida desde el sector, y muy especialmente el esfuerzo aglutinador que hemos hecho desde Castilla y León, ha tenido un fruto muy importante. Basta con leer detenidamente el documento sobre el primer pilar de la PAC, el que sustenta las ayudas clave, para captar que en buena parte copia los argumentos que se pactaron por el sector, organizaciones y cooperativas agrarias, junto a la Consejería de Agricultura y Ganadería, en defensa del agricultor profesional.
En los años que lleva nuestro campo embarcado en la nave europea, los agricultores y ganaderos hemos tenido que aguantar muchas marejadas, unas causadas por los bajos precios, otras por los altos costes, otras más por los caprichos del tiempo, alguna por problemas sanitarios o de cualquier otro tipo. Pero además, hay algo que a los que tenemos esta profesión como una vocación y un orgullo nos ha machacado: el desprestigio de nuestro trabajo por culpa de un sistema de ayudas mal concebido, un “café para todos” que lo que ha provocado es competencia desleal hacia los verdaderos profesionales.
Cada día hemos tenido que desayunar con esas informaciones demagógicas de gente que desconoce el sector y para la que la PAC no son más que subvenciones que reciben “en saco roto” duquesas, notarios, campos de golf, grandes compañías y gentes que todo lo más han atravesado el campo en un todoterreno. Parecía imposible cambiar esto, “porque lo dice Bruselas y ya está”, se oía, aunque rompiera toda la lógica que legitima las ayudas de la Política Agrícola Común, concebidas como apoyo por la pérdida de renta en la producción. Y repito producción: son ayudas por producir, no por dejar que crezcan las amapolas y los hierbajos en la tierra, por mucho que sea de uno.
Que las ayudas europeas lleguen a los verdaderos profesionales, a los que producen y crean riqueza, a los que cumplen su compromiso con la sociedad aportando alimentos, es “de cajón de madera de pino”, como se suele decir. Pero por primera vez, la tarde del pasado 21 de enero, lo he visto escrito en un papel oficial, rubricado por el Ministerio y las Comunidades Autónomas de nuestro país. No se estrecha el cerco tanto como nos gustaría y pedimos en ASAJA (pedíamos que al menos la mitad de los ingresos agrarios fueran vía producción, y se exigirá solo el 20 por ciento), pero es el primer documento que marca unas condiciones en una materia en la que hasta ahora, “todo el monte era orégano”. Y ya está bien. Si hay derecho a ayudas, que se cobren, pero también que se cumplan los deberes correspondientes, fiscales y sociales. Necesitamos una PAC con presupuesto suficiente, desde luego. Pero no todo es dinero: también necesitamos una PAC más justa, que legitime las ayudas y revalorice el trabajo del verdadero profesional. Hemos dado un paso, pequeño tal vez, pero muy importante.