En la lucha de una organización sabes de antemano que, tras echar toda la carne en el asador, pelear y negociar, tendrás que conformarte con un porcentaje de solución que dejará a parte de tu propia gente insatisfecha. Pero ¿se conseguirían esos pequeños logros sin nuestra reivindicación?
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
Hay algo más, a parte de recortes y paro, que ha traído esta crisis. De repente, todos los españoles hemos empezado a juzgar si lo que hace tal o cual institución, administración, organización, empresa o incluso vecino sirve para algo. De alguna forma, la crisis ha traído esa mirada desconfiada entre unos y otros, y creo que eso es lo peor que nos puede ocurrir, y más en un sector como el nuestro, el agrario y ganadero, en el que trabajamos en la mayoría de los casos solos, y que necesitamos más que otros comunicarnos y unirnos a otros profesionales para lograr que avancen causas comunes.
Hace poco más de dos meses andábamos peleando por mantener nuestro liderazgo como organización agraria líder del campo, y lo conseguimos con el apoyo de todos vosotros. Hubo muchos votos, pero también mucha gente que se quedó en casa. Gente que puede pensar, más en estos tiempos en los que están en la picota partidos políticos y sindicatos de clase, que las organizaciones agrarias “no sirven para nada”.
Desde luego, no tenemos ni tanta experiencia ni tanta historia como las organizaciones francesas, aunque tampoco la todopoderosa FNSEA consigue todo lo que reclama. En la lucha de una organización sabes de antemano que, aunque tengas todos los argumentos y en justicia tu demanda debería ser atendida, tras echar toda la carne en el asador, pelear y negociar, tendrás que conformarte con un porcentaje de solución que dejará a parte de tu propia gente insatisfecha. Pero ¿se conseguirían esos pequeños logros sin nuestra reivindicación?
Hasta hace unos años, nuestros “enemigos” a batir eran principalmente políticos, los responsables de las administraciones que legislan o financian programas que nos afectan. No son contrincantes menores, pero aún con las dificultades que muchas veces hemos tenido para que se nos reconozca como interlocutores del campo en las mesas de negociación, el sector tiene al menos la oportunidad de ser escuchado. Y se consiguen cosas: la más reciente es el notable cambio que ha experimentado la norma de calidad del ibérico, cuyo primer borrador no había por dónde cogerlo, y que tras la respuesta del sector ha sido suavizada para hacerla más integradora. Se prueba que, transmitiendo el sentir y necesidades de los agricultores y ganaderos, se logran matices importantes en las normativas. Son avances que no sólo benefician a nuestros socios, sino al conjunto de agricultores y ganaderos. Y también hay pequeños logros continuos en problemas individuales de los profesionales del campo que, por vía de nuestros técnicos, son resueltos cada día en la administración, como muchos vosotros sabéis, porque habéis sido los beneficiados.
Decía que hasta hace unos años las batallas principales de agricultores y ganaderos eran contra los gobernantes, porque de un tiempo a esta parte los problemas del sector se crean aún más arriba. La presión de los mercados para hundir o inflar los precios a su conveniencia y siempre contra el profesional del campo, sobre todo contra el ganadero, ha complicado más la lucha de las organizaciones agrarias. Ahí está el problema del precio de la leche, que ya no sólo es un problema de Castilla y León o de España, sino que afecta a ganaderos de diferentes países europeos. Aun en una cuestión de esa magnitud, en la que somos “David contra Goliat”, ¿qué puede hacer una organización como ASAJA? Trabajar en cada caso para lograr pequeños avances para los ganaderos, arañando un pequeño apoyo de la administración, presionando a la opinión pública para que las grandes cadenas de distribución suban unos céntimos la leche (aunque sólo sea para justificarse de cara al consumidor y vender más, no por cariño al ganadero…). También a veces nos toca poner la otra mejilla para que nos den otra bofetada, como ha pasado con la puesta en marcha de los contratos que, aunque siendo una buena cosa en teoría, al final las industrias se han apuntado al carro para hacer los contratos al mínimo precio posible. ¿Y qué nos toca entonces? Pues llamar a cada uno de nuestros ganaderos para que no acepten precios irrisorios, para que no les acorralen en una propuesta inaceptable. Y también toca denunciar la situación a las administraciones, para que conozcan de primera mano cómo actúa la industria.
Y todo eso, todo ese trabajo, significa a la postre una pequeña defensa para nuestros socios, para los ganaderos y agricultores. Con suerte significará unos pocos céntimos más en sus ingresos, y una pequeñísima ayuda de la administración. También que la sociedad y los consumidores sean conscientes de que en las granjas que producen la leche que beben cada mañana los ganaderos están perdiendo dinero y sufriendo por su futuro. ¿Se lograrían todas esas cosas, en verdad pequeñas y seguro que insuficientes, cabreándonos cada uno en solitario, protestando en el bar del pueblo y sin organizarnos? Pues la verdad es que lo veo difícil, conociendo la rapiña y el afán de enriquecimiento de los grandes grupos, que esos sí que están organizados. No nos queda otra que arrimar el hombro, juntos, porque esta profesión merece la pena.