El ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, ha conseguido desviar la atención hacia otros temas y que nos olvidemos de la reforma de la PAC aprobada a finales de junio en la Unión Europea. Al ministro le estaban lloviendo críticas desde todos los ámbitos profesionales en una cuestión en la que precisamente quería vender todo lo contrario: una eficaz defensa de nuestros intereses agrarios en la negociación de una reforma en profundidad de las ayudas que percibe el sector.
El ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, ha conseguido desviar la atención hacia otros temas y que nos olvidemos de la reforma de la PAC aprobada a finales de junio en la Unión Europea. Al ministro le estaban lloviendo críticas desde todos los ámbitos profesionales en una cuestión en la que precisamente quería vender todo lo contrario: una eficaz defensa de nuestros intereses agrarios en la negociación de una reforma en profundidad de las ayudas que percibe el sector. Arias Cañete puso desde el primer momento todos los medios del Gobierno y del Partido Popular a su servicio para defender una gestión que en lo bueno y lo malo será la impronta de su paso por el poder y salvoconducto para futuras responsabilidades. No dudó en criticar a los que le criticaban, considerándolos una masa de indocumentados a los que despreciaba con todas y cada una de sus declaraciones.
Ante la imposibilidad del ministro de acallar voces independientes contra su gestión, optó por poner en marcha una batería de iniciativas parlamentarias llenas de desatinos que han sublevado al sector, y que han conseguido que ahora ya nadie hable de la reforma de la PAC. Ahora hablamos del proyecto de Ley de Arrendamientos Rústicos, hablamos del anteproyecto de Ley Básica de la Agricultura, y hablaremos dentro de unos días del famoso “libro blanco de la agricultura y la ganadería españolas”. Iniciativas en las que el ministro atenta contra la agricultura profesional, pretende imponer su modelo de agricultura común para toda España, conculca los derechos de los arrendatarios de fincas rústicas, menoscaba las competencias de las comunidades autónomas, pretende imponer un proceso distinto para medir la representatividad agraria sin definir quienes pueden ser electores y elegibles, y pretende llevar las explotaciones a la fórmula jurídica de sociedades, entre otras lindezas a destacar. Todo esto, con a penas tres meses para que finalice la actividad parlamentaria de esta legislatura, parece más una estrategia para despistar, para desviar la atención y para hacerse notar, que una actuación coherente y seria en materia de política agraria.
Y es que al ministro no le importa que se le critique por iniciativas parlamentarias mas o menos desacertadas, de las cuales las consecuencias en todo caso pueden tardar años en verse, suficientes como para que ya no se le puedan pedir responsabilidades. Lo que no quiere Arias Cañete es que se le critique por actuaciones concretas de su departamento que tengan que ver con las decisiones de gobierno que hay que tomara cada día, y menos que se le critique por su actuación al frente de la agricultura española en el seno del Consejo de Ministros de la Unión Europea.
Arias Cañete hizo un mal papel en los acuerdos de la reforma de la PAC, ha dejado sin presupuesto propio el departamento que dirige, ha fracasado en la puesta en marcha del Plan Nacional de Regadíos, no ha sido capaz de poner orden en el sector lácteo, y posiblemente tenga que justificar un mal acuerdo en el seno de la Organización Mundial del Comercio. La única forma de que se olvide todo esto y que no se le esté criticando constantemente a él y a su Gobierno, es creando un conflicto artificial que desvíe la atención y que no suponga tanto coste electoral. Esto justifica unas iniciativas parlamentarias que no tienen pies ni cabeza presentadas cuando la legislatura da sus últimos coletazos.
El ministro Arias Cañete no va a ser recordado con especial cariño por el sector al que ha representado después de su paso por el Gobierno de la nación, pero no se le puede negar que estrategia, lo que se dice estrategia, no le ha faltado.