La economía mundial está luchando contra una nueva recesión por la crisis que atraviesan las denominadas economías emergentes. La situación es complicada para el comercio mundial, incluidos los productos alimentarios.
Celedonio Sanz Gil. Periodista agroalimentario
Hoy, con las tierras de labor empapadas por la lluvia, la nieve asentando su blanco manto en las laderas de la sierra azul que se ve al fondo y el hielo cercando los charcos en las caceras de los caminos, parece que el invierno sigue su curso y que será posible sacar adelante una nueva cosecha en buenas condiciones. Con ello, se alejan, aunque solo sea por un momento, los tremendos temores de esos meses de otoño tan secos y de las temperaturas tan altas de noviembre y diciembre, que hacían peligrar los cultivos incluso antes de nacer. Porque está claro que las amenazas para los cultivos siempre están presentes y solo se van sucediendo unas a otras.
Ahora, cuando parece que decrecen las amenazas interiores, no llegan buenas noticias de los mercados exteriores y en estos momentos, con las economías internacionales tan interrelacionadas, tan dependientes, es fundamental estar al tanto de su evolución para predecir el futuro de los precios de los productos agrarios en cualquier pueblo del más recóndito rincón de nuestra geografía.
La economía mundial está luchando contra una nueva recesión por la crisis que atraviesan las denominadas economías emergentes. La ralentización del crecimiento en China y la recesión en Brasil son hechos contrastados que han causado una importante debacle en las bolsas y los mercados financieros desde el inicio de este año. Junto a ello, las cotizaciones en los mercados internacionales de las materias primas siguen una grave espiral bajista, provocada por un descenso en la demanda mundial por la nueva ralentización del crecimiento económico, que en el pasado año nadie pudo parar y amenaza con seguir ahondando su depresión en 2016.
El principal reflejo es la cotización del barril de petróleo, que ha quedado por debajo de los treinta dólares en algunas semanas de enero. Los expertos auguran un exceso de oferta y un retroceso de las necesidades en los países consumidores.
Esta situación se puede trasladar al comercio mundial de productos alimentarios. En el año 2015 se produjo un retroceso en los precios cercano al veinte por ciento. Con caídas que van desde el 14 al 19 por ciento en los tres grupos principales de productos: Oleaginosas, Cereales y Carnes.
Los almacenes están llenos
Los mercados siguen en una espiral depresiva porque en estos momentos los niveles de almacenamiento son los más altos de la historia. Las industrias transformadoras han llenado sus silos hasta niveles cercanos al 60 por ciento, debido a las buenas ofertas de los operadores. En los puertos los almacenes están repletos. Hay una actividad frenética en el comercio mundial porque la caída en los precios del petróleo ha propiciado un descenso en los costes de los fletes nunca visto; prácticamente se han reducido a la mitad respecto a los de hace solo un par de años, y eso hace posible que lleguen a los mercados europeos y occidentales ofertas de grano y carne de cualquier país del mundo a precios muy competitivos.
Los operadores de materias primas (lo que denominan commodities) intentan buscar cualquier resquicio para propiciar un cambio en la tendencia y alimentar una subida de los precios. Así, insisten en que la cosecha de cereales en Estados Unidos y Canadá bajará cerca del 2 por ciento, según las últimas estimaciones oficiales, y que las inundaciones de este otoño pasado en Gran Bretaña y algunos países del Este de Europa pueden afectar a los cultivos. No obstante, aún es muy pronto para realizar estimaciones certeras de cosecha en la Unión Europa y en el mercado mundial a corto plazo se prevé un aumento de la oferta de grano ya que el nuevo Gobierno de Argentina ha bajado los gravámenes a la exportación.
Así que, salvo que medie alguna catástrofe natural o humana, los precios de los productos agrarios en la próxima campaña volverán a bajar, o, en el mejor de los casos, se mantendrán estables, tanto en España como en la UE.
Productores más eficientes
Esta situación está propiciada en buena parte por la propia eficiencia de los agricultores y ganaderos comunitarios. En el campo cada vez hay menos explotaciones, menos profesionales, pero los índices de productividad siguen aumentando. El empleo intensivo de maquinaría más eficaz en el manejo y la implantación de las nuevas tecnologías, sobre todo en el campo de la genética, han hecho que los rendimientos sigan creciendo y que la UE pueda aumentar sus exportaciones de productos alimentarios.
En un mercado cada vez más libre, con menos trabas a pesar de todo, los profesionales del campo ponen de manifiesto su eficiencia y vuelven a elevar los niveles de producción, a pesar de los bajos precios, a pesar de la menor demanda, porque es la única salida que tienen para mantener la rentabilidad de sus explotaciones: vender más aunque sea más barato.
En cualquier caso, es posible que este año empiecen a bajar los niveles de producción en sectores como la carne de porcino, que lleva ya más de un lustro con precios en descenso, en algunos de los principales países productores, como Alemania. Aunque está claro que estos sectores están muy tecnificados y pueden volver a aprovechar su capacidad productiva al máximo con gran celeridad.
La otra posibilidad que se debería manejar para mejorar la rentabilidad del campo sería un descenso en los costes de producción agraria. Algo lógico porque la enorme caída de los precios del petróleo debería arrastrar a la baja los precios de la energía y, sobre todo, de los piensos compuestos, de los fertilizantes y los fitosanitarios.
Sin embargo, está es una batalla perdida. Las empresas están aprovechando la situación para mejorar sus ganancias y no repercuten la caída en sus costes a las compras de los agricultores y ganaderos. Así, los precios que se ofertan para la nueva campaña de abonado que está a punto de comenzar son incomprensibles, no encajan con la situación del mercado mundial de materias primas que hemos descrito.
Por lo tanto, no cabe otra que atarse los machos y seguir adelante. En el mundo cada vez hay más productos agrarios, de mejor calidad y a precios más bajos, aunque una buena parte de la población siga sin poder pagarlos y pasando hambre.