Tras el revolcón de estas elecciones, espero que ya se hayan caído del guindo esos políticos que habían sido elegidos para eso del “ordeno y mando”. Los representantes políticos, como los sindicales, como los de las organizaciones agrarias, no están para ganarse privilegios, sino para ser útiles y servir a sus representados.
Que nadie se rasgue las vestiduras ahora: todos sabíamos la situación que desde hace años arrastra este país lo que, sumado al avance de partidos nuevos y al descontento general de la gente tenía que traducirse en la pérdida de mayoría absoluta de la que ha gozado durante muchos años el Partido Popular en Castilla y León. Entramos todos en un nuevo escenario, en el que el pacto será la moneda de cambio. No creo que por eso se acabe el mundo. Esto no es ni bueno, ni malo: la sociedad tiene un cabreo comprensible y ha expresado su malestar, exigiendo una nueva manera de gobernar a los grandes partidos, y en nuestra región en concreto al PP, predominante en las instituciones autonómica, provinciales y locales.
Ahora que se echan los trastos a la cabeza unos a otros, y en parte con razón, hay que buscar las verdaderas causas de ese enfado de los votantes, y también de los votantes del medio rural, que también han restado apoyos, aunque en menor medida, al partido de Juan Vicente Herrera. Por un lado, la gente ha tenido que “tragar” con reducciones en ingresos, salarios y pensiones y con la eliminación de servicios sociales, educativos y de todo tipo, mientras que un día sí y otro también salían casos de corruptos en el ámbito político, financiero y empresarial, que llenaban sus bolsillos a costa del contribuyente. Por otro, ha seguido y quizás con más dolor ese alejamiento de los políticos, encerrados en su torre, sin preocuparse por salir a la calle y conocer las inquietudes y necesidades de los ciudadanos.
Acercándonos más a nuestro sector, podíamos decir que se ha salvado la cara en los grandes temas defendidos desde la Junta, como la defensa de la profesionalización de la PAC, el apoyo a Tierra de Sabor para entrar en los mercados, o la estrategia de futuro AgroHorizonte 2020, puntos apoyados por el sector. Pero se han descuidado en cosas que entorpecen gravemente el día a día de agricultores y ganaderos: los retrasos de los pagos del PDR; la inacción en los ataques del lobo y fauna; las imparables plagas en la agricultura; la paralización de permisos para hacer pequeños pozos en nuevos proyectos rurales; la sinrazón de esa ITV que tienen que pasar miles de tractores, después de un montón de años en los que cumplían sin problemas… son cosas de la política de andar por casa, de la que está obligada a ofrecer soluciones a sus administrados, y no a complicarles sin motivos de peso. Eso hace sentir engañada a la gente, y no pocos pueden preferir el día de la votación quedarse en casa.
Tras el revolcón de estas elecciones, espero que ya se hayan caído del guindo esos políticos que habían sido elegidos para eso del “ordeno y mando”. Los representantes políticos, como los sindicales, como los de las organizaciones agrarias, no están para ganarse privilegios, sino para ser útiles y servir a sus representados. Ojalá los que permanecen hayan aprendido esta lección; a los nuevos habrá que darles el tiempo necesario para poder aplaudirles o bien criticarles, porque hasta ahora todo lo que han ofrecido son intenciones, pero no tienen experiencia ni han demostrado nada con hechos, ni malo, ni tampoco bueno.
La otra gran sorpresa que hemos vivido tras el 24 de mayo, además de los resultados, ha sido que Herrera ha hablado. Con frecuencia se le criticaba a nuestro presidente de Castilla y León por su falta de protagonismo en los medios de comunicación nacionales, mientras que otros responsables regionales, más habladores o tal vez fanfarrones, ganaban cotas de protagonismo en tertulias y hasta en revistas del corazón. A Juan Vicente Herrera se le puede apreciar más o menos, pero creo que hay consenso en torno a que es un político trabajador y honrado, que ha luchado lo que ha podido por los intereses de Castilla y León, a veces incluso por encima de los intereses de su propio partido. Las transferencias y financiación de la Sanidad, los retrasos en el abono de los programas del Plan de Desarrollo Rural, el problema de la minería… Las broncas con Montoro y con Soria han sido de calibre. Estoy convencido de que si el PP no ha sufrido un mayor descalabro en la región ha sido porque una buena parte de gente confiaba en Herrera para sacar esto adelante. Si la gente expresaba su cabreo en las urnas, después era él el cabreado, harto de que los señoritos de Madrid se mantengan a costa del trabajo que han hecho calladamente en tierras como Castilla y León, y harto también de otros señoritos que están por debajo de él, que se dedican a caciquear en sus despachos, que solo se dignan a visitar pueblos cuando quieren pedir el voto y que, aunque pierdan respaldo, no dejan los cargos “ni pa Dios”; al contrario, encima si pueden tener 14 puestos, pues mejor todavía. Unos quieren los cargos y otros se quedan con las cargas, y no es raro que a veces pase, como a Herrera, que los que aguantan las cargas se harten, den una patada en la mesa, y se quieran marchar a casa.