Fortalecer el sector remolachero es una cuestión estratégica. Y más teniendo en cuenta el continuo avance de la rentabilidad y productividad logrado por nuestros cultivadores.
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
Como es frecuente una primavera más se solapan dos campañas remolacheras, la sembrada el año pasado, con el cierre hace unos días de la fábrica de la Bañeza, y la de este año, con buena parte de la superficie ya semillada. Este 2014 marca un punto de inflexión en el cultivo. Primero, porque puede ser la primera campaña en la que se frene la caída de superficie del cultivo iniciada en 2005, hasta tocar fondo en 2013, con poco más de 23.000 hectáreas. Las previsiones no son para lanzar las campanas al vuelo, porque no es fácil recuperar la confianza perdida de muchos cultivadores que se alejaron del cultivo que en otros tiempos era motor económico principal de sus explotaciones. Pero al menos se mantendría o incluso podría subir ligeramente la cifra anterior.
En segundo lugar, este 2014 es un año importante porque marca el paso hacia el nuevo periodo PAC, que nos llevará hasta 2020. Un periodo en el que desaparecen las ayudas europeas específicas para la reestructuración y apoyo al sector remolachero. Desprovisto de ese “paraguas”, es ahora cuando se verá claro cuál es verdadero compromiso de la industria con un sector para el que producir es prácticamente imposible si no se supera el umbral de los 40 euros por tonelada de remolacha.
Paralelamente, en 2017 concluye el sistema de cuotas de producción que hasta ahora la Unión Europea ha tenido asignadas, tanto a agricultores como a industrias. Será el momento en el que unos y otras tomemos posiciones y decidamos qué queremos, si crecer en el cultivo, conformarnos con lo que hay, o ir desapareciendo. Porque, aunque se prevén algunos apoyos cofinanciados institucionales –concretamente, procedentes de los pagos acoplados de la PAC, así como una línea del futuro Programa de Desarrollo Rural–, la rentabilidad del cultivo dependerá fundamentalmente de la respuesta de la industria.
Parece sensato apostar por la producción de azúcar en un país como el nuestro, cuyo consumo es más del doble de lo que la cuota de producción que actualmente tienen los cultivadores españoles. Fortalecer el sector remolachero es, pues, una cuestión estratégica. Y más teniendo en cuenta el continuo avance de la rentabilidad y productividad logrado por nuestros cultivadores: solo un dato, de las 45 toneladas por hectárea que de media se lograban en 1984, hoy en Castilla y León las medias rondan las 100 toneladas. Es decir, con la mitad de superficie –y con la mitad de recursos– se doblan las producciones. Ese grado de eficiencia, sumado a que el 75 por ciento de la remolacha nacional se produce en nuestra región, justifica sobradamente la resistencia de ASAJA ante los muchos problemas que ha tenido que superar el sector remolachero. Un sector muy profesional que, si no le ponen zancadillas, es muy capaz de labrarse un futuro sólido.
* Artículo publicado en el suplemento de campo de El Mundo de Castilla y León