Si los próximos días van a ser decisivos desde el punto de vista climático para asegurar la cosecha en Castilla y León, también los próximos días o como mucho semanas los serán para que quede definida por la Unión Europea la política de apoyos al sector en los próximos años.
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No todos los años, por esta época de San Isidro, tenemos la suerte de ver el campo con tan buenas expectativas de cosecha. Me estoy refiriendo a la cosecha de cereal de invierno, donde salvo excepciones de fincas que pasaron una gran parte del año anegadas por el agua, en el resto hoy todo apunta a una previsiones de producciones razonables, aunque es verdad que queda por pasar lo peor y que no es todavía momento de echar las campanas al vuelo.<o:p></o:p>
El año agrícola no ha empezado tan bien en cultivos de regadío como la remolacha o el maíz, donde las siembras se han hecho con dificultad y en todo caso tarde, pero ello no será impedimento para coger cosecha si el tiempo acompaña en los meses venideros. <o:p></o:p>
A lo largo de la historia el balance económico del sector agropecuario regional se ha hecho fundamentalmente teniendo en cuenta la cosecha de trigo y cebada, y esto tampoco ha cambiado en nuestros días. Si la cosecha de cereal es abundante, el año se salva, y si por el contrario ésta viene corta, las cuentas del sector agropecuario no se salvan con nada. Pero este granero de España que es Castilla y León ya no garantiza las rentas de los agricultores con obtener buenas cosechas, pues desde que en la práctica dejó de funcionar la intervención pública y desde que los precios oficiales de referencia están por los suelos, ahora los precios en origen los impone el mercado. Y con un sector poco organizado en cooperativas u otro tipo de sociedades de comercialización, y con una cosecha presuntamente abundante, todo hace indicar que podemos afrontar una campaña de comercialización francamente difícil y complicada. Y a todo esto se viene a sumar la crisis ya demasiado dramática y larga del vacuno de leche, que está reduciendo la demanda en piensos y forrajes, y en estos momentos la crisis de tan importante sector en Castilla y León ya no es sólo problema de los 5.000 profesionales que se dedican a ello, sino también de los miles de agricultores cerealistas y productores de forraje de la región.
Y no podemos tampoco olvidar que este sector cerealista de secano es el más necesitado de las ayudas públicas de la PAC para poder subsistir. El paquete de ayudas directas y las ayudas de los programas agroambientales son fundamentales para mantener la rentabilidad de un sector que paga caros los abonos y herbicidas, caras las rentas, caro el gasóleo, que tiene que invertir en costosa maquinaria, y que cobra el producto más barato que hace 30 años si tenemos en cuenta la tendencia inflacionista. Agricultores cerealistas que sólo pueden subsistir a base de aumentar la explotación en un mercado de tierras escaso y caro, o mediante transformaciones en regadío que no siempre son posibles, que son costosas, que requieren de permisos administrativos o de políticas de gobierno que casi nunca llegan a tiempo.<o:p></o:p>
Y si los próximos días van a ser decisivos desde el punto de vista climático para asegurar la cosecha en Castilla y León, también los próximos días o como mucho semanas los serán para que quede definida por la Unión Europea la política de apoyos al sector en los próximos años. La propuesta de Fischler de bajar el precio de intervención, modular al profesional y desacoplar los pagos de la producción son mortales por necesidad para un sector que no está para sustos y que ansía que se despejen cuanto antes las incertidumbres que le tienen condenado desde hace ya un año a no tomar decisiones.