Las líneas de actuación de Bruselas se dirigen a recortar presupuesto, eliminar ayudas directas y potenciar el segundo pilar, el ecogreen. En el 2020 ya se habrá completado el absurdo de que en la UE habrá más funcionarios que profesionales en el campo
Celedonio Sanz Gil
La distancia que existe entre el campo real, el que día a día trabaja en las tierras o las granjas, y el campo que se planifica en las altas instancias de todas las administraciones está alcanzando ya proporciones siderales. La Política Agraria Común, y con ella la propia UE, está tan alejada de las demandas y las ilusiones de los profesionales del campo que aquí nadie gastaría un duro en su defensa.
Los agricultores están terminando la siembra del cereal de otoño invierno. Una siembra que al final se ha hecho en condiciones aceptables, aunque hubo que sufrir un mes de septiembre demasiado seco y cálido, que impidió preparar adecuadamente una buena semencera. Pero los agricultores han sembrado, sobre todo, limitando los gastos al máximo. Ahorrando todo lo que han podido en las semillas, en el abono, en el gasóleo, en la superficie… En todo, porque la rentabilidad de sus explotaciones está bajo mínimos, o directamente llevan ya muchas pérdidas acumuladas por los bajos precios del grano y las escasas perspectivas de que suban las cotizaciones en el medio plazo.
Los ganaderos, de todos los sectores ya tienen sus granjas en el nivel mínimo de capacidad para seguir funcionando, para que a los animales no les falten ni el agua ni los piensos. Para mantener esa política de ahorro máximo en los costes de producción porque los precios de la leche o de las carnes siguen sin subir, a pesar de que la oferta se ha recortado todo lo posible.
El agricultor y el ganadero profesional lucha por sobrevivir día a día, trabajando, y sintiéndose solo, muy solo, abandonado porque nadie parece echarle una mano cuAndo más lo necesita.
Esa soledad real se ve perfectamente contrastada si se revisan las agendas de los principales responsables de las administraciones agrarias. Ellos están en sus cosas, más elevadas por supuesto.
Horizonte 2020-27
En las instancias comunitarias ahora se debate el futuro de la nueva PAC, con el horizonte de 2020-27, sin que tengamos asentados los criterios y mecanismos de la última reforma, de hace apenas dos años, sin que las comunidades autónomas tengan los recursos informáticos de gestión actualizados y, mucho menos, el dinero comprometido para pagar adelantos. Tampoco parece importarles mucho cuántos mantendrán viva su explotación en esas fechas ni en qué condiciones estarán.
En la UE el debate sobre la Política Agraria Común es constante. No en balde, como aquí hemos repetido una y mil veces, la política agraria es realmente la única política común que existe en la Unión, se lleva más de la tercera parte del presupuesto comunitario y también la mayor parte de los funcionarios que pululan por Bruselas, que en algo tienen que ocupar su tiempo. A la sociedad española ese debate se le usurpa porque aquí no se entiende que se puedan dedicar tantos recursos a la actividad agraria, cuya participación en el PIB nacional no supera el 5 por ciento.
En cualquier caso, las líneas de actuación se dirigen a recortar presupuesto, eliminar ayudas directas y potenciar lo que ahora se denomina el segundo pilar, el ‘ecogreen’, las ayudas ligadas a prácticas de conservación del medio ambiente y desarrollo rural.
De los principios fundamentales de la PAC, eso de garantizar una renta digna a los agricultores y ganaderos y el abastecimiento de alimentos de la población a precios asequibles, ni se habla. Se da por hecho. ¿Por hecho cuando más de la mitad de las explotaciones agrarias familiares en la UE han incurrido en pérdidas en la última campaña? ¿cuando se ha demostrado que los mecanismos de intervención han fallado totalmente, que no sirven para nada? ¿cuando los responsables nacionales y comunitarios se inhiben de los abusos de las grandes cadenas de distribución?
No debemos preocuparnos. La Comisión Europa ya ha aprobado para el año próximo poner en marcha una nueva comisión para habilitar nuevas medidas que garanticen el bienestar animal. Una Comisión cuyos miembros serán muy bien pagados y cuyos trabajos finales obligarán, sin lugar a dudas, a los ganaderos a realizar nuevas inversiones y rebajar aún más su competitividad. ¿No habría que habilitar una comisión para mejorar el bienestar del ganadero y del consumidor?
Cruzada verde
En esta cruzada verde que parece haber atacado a los responsables agrarios está, por supuesto, el problema del cambio climático. Todos los ministros han ido a Marruecos a esa segunda parte de la cumbre mundial del clima, y, por supuesto, han insistido en que la agricultura estará en la vanguardia de la lucha contra la emisión de gases de efecto invernadero, porque los suelos agrícolas pueden ser un perfecto sumidero de carbono.
Ninguno de ellos ha recordado siquiera que el sector agrario es el que más está sufriendo los efectos del cambio climático. El aumento de las temperaturas, la escasez de lluvias, las sequías prolongadas, las tormentas y temporales de mayor potencia o fuera de su época normal, las inundaciones y el granizo lo que hacen es destruir las cosechas y las infraestructuras agrarias. Ninguno ha recordado que el campo se ve obligado a usar abonos nitrogenados, maquinaria contaminante y demás porque está en manos de las grandes multinacionales que dominan el sector y no hay más alternativas.
Junto a la alternativa ecologista, en los últimos meses también se está abriendo terreno el tema de la “digitalización del campo”, la aplicación de la informática y las nuevas tecnologías a la agricultura y la ganadería y el uso de drones o maquinaria robótica de nueva generación. Cuyo uso también debe fomentar la nueva PAC. Nadie discute que éste es el camino de futuro, que la nueva maquinaria debe ser cada vez de mayor precisión, que el tratamiento tendrá que ser prácticamente individual, tierra por tierra casi planta por planta, para que a cada una le llegue su justa y necesaria cantidad de nutrientes que permita un desarrollo adecuado, sin desaprovechar recurso alguno para ahorrar costes y mejorar rendimientos.
Sí, ese será el futuro. Pero cómo le hablas de futuro digital al agricultor que apenas encuentra cobertura para el teléfono móvil en su pueblo, al ganadero que no puede descargar el programa de gestión de su explotación porque el wifi funciona fatal, a plazos, aunque se lo cobren en efectivo.
En la propia PAC, en la solicitud y tramitación de cada año que afecta al ganadero tampoco se ve la implantación de las nuevas tecnologías de la información. En una reciente encuesta entre los profesionales del campo, en Dinamarca identificaron como primer problema para sus explotaciones el exceso de burocracia. La cantidad de papeles y trámites necesarios para mover un solo animal o un palmo de tierra.
Al ritmo que llevamos de desaparición de agricultores y ganaderos y de afianzamiento de burócratas, en el 2020 ya se habrá completado el absurdo de que en la UE habrá más funcionarios que profesionales en el campo.
La distancia entre la PAC, los planteamientos burocráticos y la realidad del campo es sideral, y no parece que nadie vaya a ponerle remedio.