El mercado nacional está totalmente copado por la patata francesa de invierno, que se está vendiendo por debajo de los 30 céntimos de euro el kilo. Un precio increíble porque la patata temprana nacional llega a un precio de coste mínimo de 35 céntimos el kilo. Más increíble todavía si pensamos que a los agricultores franceses se las pagaron en torno a los 40 céntimos por kilo, y a ello habría que sumar los costes de conservación.
La crisis actual del sector agrario se extiende por todo el territorio de la Unión Europea, y en estas páginas ya hemos dejado constancia de la dramática situación por la que atraviesan sectores como el lácteo, el porcino, los cereales o las frutas y hortalizas. Por eso, los agricultores y ganaderos españoles son los primeros que entienden las protestas de sus colegas franceses, y seguro que apoyarían, con escasas variaciones, las reivindicaciones de las organizaciones agrarias del país vecino.
Organizaciones que tienen mucho mayor poder y apoyo político y social que sus homónimas españolas, que son atendidas por el Gobierno y por las grandes cadenas de distribución, al contrario de lo que pasa aquí. Por ejemplo, hay continuos debates agrarios en el parlamento y los supermercados Lidl han recaudado más de 600.000 euros para ayudar al sector primario francés; en España ni se les ha ocurrido adoptar la misma medida, ni al parlamento ni a la cadena de distribución, a pesar de que la situación real no difiere mucho en uno y en otro país.
En este contexto es muy difícil entender como todavía, cada temporada, siguen destrozándose camiones cargados de productos agroalimentarios españoles, casi siempre de frutas y hortalizas y ahora también vino, y siguen acusando a los productos españoles de competencia desleal en los mercados europeos. Productos españoles que no gozan de protección ni ayuda alguna, no como sucede con los franceses. Ni los productos ni los camiones, que ya es triste, y toda la opinión pública puede contemplar cómo se tiran por el suelo o se queman productos de primera calidad.
Subvencionan precios
Insistimos en que los alimentos españoles no tienen ninguna ventaja “oficial” en que asentar esa pretendida competencia desleal, tan solo el mejor clima, la mejor organización y capacidad productiva que permite obtener los productos antes, para copar los mercados tempranos. Frente a ello, los productos franceses sí que gozan de esas ayudas públicas que les permiten llegar al mercado español a mejores precios, a pesar de sus mayores costes de producción. El caso de la leche es paradigmático y se mantiene desde la misma entrada de nuestro país en la UE, allá por 1986. En estos momentos se está produciendo una enorme distorsión en el mercado nacional de patata temprana por la llegada de patata francesa de conservación, subvencionada para venderse a precios increíbles o inadmisibles.
La situación es la siguiente: A comienzos de abril salen al mercado español las partidas de patata temprana nacional, que siempre han tenido una buena aceptación por su gran calidad. No obstante, este año no se pueden colocar en España, solo se pueden destinar a la exportación.
¿Por qué? Muy simple. El mercado nacional está totalmente copado por la patata francesa de invierno, que se está vendiendo por debajo de los 30 céntimos de euro el kilo. En las grandes cadenas de distribución, francesas en su mayor parte, o en los mercados en origen; allá dónde se dirijan las industrias españolas, la respuesta es siempre la misma: “No tenemos necesidad de patata. Hemos acumulado existencias al menos hasta el mes de junio de patata francesa a un precio extraordinario”, entre 25 y 30 céntimos kilo.
Un precio increíble porque la patata temprana nacional llega a un precio de coste mínimo de 35 céntimos el kilo. Más increíble todavía si pensamos que a los agricultores franceses se las pagaron en torno a los 40 céntimos por kilo, y a ello habría que sumar los costes de conservación, ya que han debido estar varios meses en cámaras frigoríficas a menos de ocho grados, y de transporte. ¿Quién asume esas pérdidas?, ¿es el pago por destrozar los camiones españoles, por protestar ante los supermercados franceses?
Mucha peor calidad
Si esto ya es sangrante, todavía lo es más que nadie advierta de que la calidad de estas patatas francesas, recogidas hace meses y conservadas en frío, es muy inferior a la de la patata nacional. Está comprobado científicamente que con la conservación en frío una buena parte del almidón de la patata se transforma en azúcar, y este azúcar cuando se fríen se transforma en una sustancia nociva para la salud, que se denomina acrilamida. En la patata fresca se calcula que hay unos 40 microgramos por cada cien gramos, mientras en la patata conservada se elevan hasta los 1.000 microgramos. El destrozo es evidente.
Lo peor es que nadie informa de esto y que a los consumidores españoles no se les da siquiera la posibilidad de elegir. En los mercados o en las grandes cadenas de distribución solo hay patata francesa, conservada, baratísima por supuesto. La mercancía nacional no tiene ni un pequeño hueco en los lineales. Así, cada año baja el consumo de patata en torno al 5 por ciento, algo que también se puede achacar a la escasa calidad del producto que nos hacen comer en España.
Por otro lado, el trastorno que esto está causando a los productores de patata temprana es tremendo. Una vez repartidas las partidas para la exportación solo quedan dos opciones: O tirar los precios, vender a pérdidas, bajar la mercancía de esos 30 céntimos kilo, o destruir producción para aligerar la presión sobre el mercado nacional, algo que ya ha ocurrido en los últimos años.
Alguien, de los que tienen poder y mando en plaza, tendría que decir también que esa patata francesa es de peor calidad, que genera más sustancias nocivas para la salud, que la patata española es mucho mejor. Pero no se lo he oído a nadie.
También alguien, de los responsables de las diferentes Administraciones de este país, debería decir que los productores españoles están sufriendo una grave competencia desleal e ilegal, que va en contra de todas las normas de la Política Agraria Común o del Mercado Único Europeo porque las pruebas son muy claras, no costaría nada documentarlas.
Ante eso, ¿qué pueden hacer los agricultores españoles?, ¿destrozar camiones?, ¿destrozar supermercados?
Por supuesto que no es la solución pero aquí ya llevamos hartos mucho tiempo de ser los tontos de la película, de estar siempre poniendo la otra mejilla, para que otros se aprovechen y hasta se chuleen ante el drama que vive la huerta y todo el sector agrario español.