En febrero tenemos todos los ciudadanos, incluidos agricultores y ganaderos, una cita para votar la Constitución europea. Un referéndum para dar nuestra opinión sobre un tratado que pretende que los europeos compartamos más políticas comunes; en definitiva, que cada vez seamos menos España y más Europa.
En principio, si los jefes de estado y gobierno de los diferentes países de la Unión lo han aprobado, uno quiere entender que tiene que ser bueno, o al menos con esa intención se hace, y no tendrían que ser necesarias más explicaciones para acudir a las urnas y dar el voto favorable. Y si además cuenta con el apoyo de la oposición política de nuestro país, pues todos contentos y a votar. Pero las cosas no deben de estar tan claras cuando desde el Partido Popular se presta un apoyo por ahora tímido, y desde el PSOE se matan por inculcarnos un espíritu europeísta que no se palpa en la calle.
Cuando los agricultores y ganaderos de Castilla y León estamos acongojados pensando en lo que se nos viene encima con lo de la reforma de la OCM del sector remolachero azucarero, nuestros gobernantes no comparten nuestras preocupaciones y nos quieren llevar a que nos planteemos nuestro futuro con o sin Constitución europea. Y lo que le importa a los remolacheros es plantearse cómo puede ser su futuro si la remolacha termina valiendo a 6.000 pesetas la tonelada en vez de las 8.000 actuales. Una vez más, quienes nos gobiernan van por un lado, y el común de los mortales va por otro, en este caso por el lado y camino de asegurarse una renta digna, con Constitución o sin ella, y parece que la Constitución no dice nada de cuestiones tan banales para algunos como puedan ser los problemas de la remolacha.
También resulta paradójico que tengan tanto interés en consultarnos lo de la Constitución, cuando están tan recientes las decisiones del Gobierno español respecto a la aplicación de la reforma de la PAC. Mucha consulta para lo que no entendemos, y de lo que entendemos, que es de la agricultura, que es lo nuestro, no nos consultan, y cuando saben lo que opinamos, deciden imponernos lo contrario de lo que nos interesa: desacoplamiento parcial y recorte de derechos. Qué bueno hubiese sido, digo yo, que nos hubiesen consultado en referéndum a los agricultores y ganaderos de Castilla y León el modelo de PAC que queremos dentro de las opciones que nos ha permitido la Unión Europea, pero quizás el veredicto que hubiesen dado las urnas no interesaba al Gobierno socialista, ni a las cooperativas, ni a la Upa y la Coag.
No digo yo que no haya que ir a votar la Constitución europea, ni digo que haya que votar sí, ni que haya que votar no, ni que haya que anular la papeleta pidiendo el desacoplamiento total. No digo nada porque, como la mayoría de los agricultores y ganaderos, no lo tengo nada claro. Pero en todo caso, que no esperen que ese día sea para nosotros una fiesta, ni tan siquiera una fecha a recordar como acontecimiento importante. Los agricultores y ganaderos nos vemos cada vez más apartados de una Europa que ya no es solidaria con este sector desfavorecido, que nos utiliza en el mercado mundial como moneda de cambio para sacar adelante otras políticas, que cuestiona nuestro papel desde el punto de vista económico y social, que nos considera agresores con el medio ambiente, y que nos echa encima a toda la sociedad desprestigiando lo que somos, lo que hacemos y lo que tenemos. Los gobernantes quieren una Europa sin agricultores, con Constitución sí, pero sin agricultores, y seguro que terminan consiguiéndolo, pero que no sea con nuestro apoyo y consentimiento.
Nuestra integración en la Unión Europea en el año 1986 supuso no pocos sacrificios para este sector, que no podemos olvidar, a cambio de unas ayudas escasas y mal repartidas. En aquel momento nosotros queríamos estar en Europa, pero esgrimíamos un lema que se repetía en todas las pancartas: “Europa sí, pero no así”. Casi veinte años después la frase sigue diciéndolo todo. Ojalá esta Constitución sirva para que con el tiempo nos sintamos un poco menos euroescépticos.