Subrayo cuatro líneas principales desde ASAJA: ayudas directas; exención de cuotas, tasas, cánones riego, etc.; liquidez financiera, con préstamos preferentes, y medidas estructurales en regadíos e infraestructuras.
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
Ya son vísperas de celebrar el día de nuestro patrón, San Isidro Labrador, y lo cierto es que no están para fiestas los ánimos de los agricultores y ganaderos de Castilla y León. Sin embargo, nunca faltará la misa, la procesión y el vino en el teleclub del pueblo, porque el espíritu nunca hay que perderlo, como tampoco lo perdieron en años iguales o incluso alguno peor que el presente, que vivieron nuestros padres y abuelos.
La inmensa mayoría de los agricultores y ganaderos en activo no hemos conocido un año con un tiempo tan cruel con nuestro territorio como el de este año. Algunos que ya peinan canas, hablan de que el año 1992 fue muy malo, y que diez años atrás, en 1981 y 1982, la cosecha fue penosa. Recuerdo también a mi padre apuntando al año 1945 como el peor de todos los que había vivido.
Sí. Sabemos que ha habido años peores, que la agricultura, de cuando en cuando, te da un latigazo como este. Pero no sirve de mucho consuelo. Hace un año por estas fechas acabábamos de superar una etapa de inundaciones, y, con los suelos encharcados, los agricultores de regadío tenían dificultades para sembrar la remolacha, el maíz y las patatas. Quién iba decirnos que esos días en los que el agua que entonces sobraba iban a ser los últimos en los que llovía abundantemente durante un año entero, porque de San Isidro a San Isidro poco y nada es lo que ha caído. En muchas zonas de nuestra comunidad, sobre todo del centro y el norte, no ha habido lluvias en el otoño, ni en el invierno, ni tampoco en primavera; tampoco la nieve ha blanqueado las montañas, lo que condena a la escasez las reservas de los pantanos. El agua ha sido negada, además, a la periferia de la comunidad y a las dehesas, lo que ha sido fatal para los pastos.
No hemos tenido lo bueno que cae del cielo, lo que da la vida, el agua o la nieve. Pero sí hemos tenido por desgracia lo malo, las heladas de últimos de abril y primeros de mayo. Temperaturas bajo cero que han alcanzado frutales, viñedos y cultivos de primavera que estaban naciendo, y que han quedado arrasados o en el mejor de los casos bien tocados. ¡Qué año más cabrón!, y es que no se me ocurre otra palabra. Como siga a sí nos vamos a acordar todos del año 2017 por ser uno de los peores de la historia agrícola y ganadera de los últimos cien años.
Y ahora ¿qué? En la inmensa mayoría fincas tendremos que cosechar para conseguir poco o casi nada. Nuestra cabaña ganadera seguirá alimentándose, y si no hay pastos será con heno y forrajes en paquetes, comprados a alto precio. A nuestros regadíos costará reconocerles, entre los que se han transformado en secano por la falta de agua y los que tratan de salir adelante pese a los suelos secos y la alta evaporación. Y qué decir de nuestros viñedos y frutas, en peligro cierto de perder toda o buena parte de la producción. No me quiero olvidar de nuestra ganadería intensiva la leche, que obviamente no pasta, pero tendrá que lograr piensos y forrajes en un mercado muy complicado, cuando la carne y la leche se seguirán pagando a precios mínimos. Con sequía al 50, al 75 o al 100 por cien de pérdidas, a los ganaderos les seguirá tocando alimentar a sus animales, y a los agricultores pagar la renta en septiembre y acometer una nueva campaña, adelantando el pago de semillas, herbicidas, abonos, gasóleo, maquinaria… La economía del sector y principalmente la de los jóvenes y explotaciones que han invertido recientemente no está tan boyante para aguantar sola esta situación, especialmente después de un año como 2016, de buena cosecha pero malos precios.
Como organización profesional agraria mayoritaria, tenemos claro que la gravedad del momento exige una postura contundente y unida del sector para reclamar a las distintas administraciones, tanto autonómica como nacional, para que dentro de sus competencias arbitren medidas de apoyo urgente y justo para las explotaciones de Castilla y León.
Subrayo cuatro líneas principales desde ASAJA: ayudas directas; exención de cuotas, tasas, cánones riego, etc.; liquidez financiera, con préstamos preferentes, y medidas estructurales en regadíos e infraestructuras.
Un seguro fuerte
Dejo para el final un tema vital que no puede postergarse más: la necesaria generalización de un seguro agrícola y de pastos en nuestra comunidad. Los datos a este respecto, y aunque seamos de las comunidades que más aseguramos (también de las comunidades más profesionales, destaco) todavía están muy lejos de lo que tenía que ser. De los 2,4 millones de hectáreas cultivadas, poco más de un millón están aseguradas; del 1,3 millones de hectáreas de pastos asegurables, son testimoniales las que están cubiertas. Desde ASAJA siempre hemos defendido el seguro para garantizar los ingresos, y en años como este se comprueba que no puede haber una explotación profesional sin seguro. Un año como el presente, la explotación aseguradas no tendrán el justo fruto de su trabajo, pero sí contará con unas garantías de mantenerse y poder afrontar la próxima campaña. ¿Cuáles son los problemas para lograr un mayor nivel de aseguramiento? Los pocos rendimientos en algunas comarcas; la carestía de las líneas, que encima en los últimos años han visto mermado el apoyo de la Junta; la falta de costumbre de asegurar que hay en algunas zonas… Factores que hay que trabajar y modificar, porque no puede ser que más del 50% de la agricultura y casi el 100% de los pastos no estén asegurados.
Todas estas reivindicaciones marcarán la lucha de ASAJA, que es la de nuestros socios, los agricultores y ganaderos, en este año ruinoso.