Para para vivir de un sector hace falta algo más que estar orgulloso de él, hace falta que las cuentas salgan. El campo es presente y es futuro para la Comunidad Autónoma. Pocos sectores empresariales tienen un compromiso a largo plazo tan claro como el nuestro.
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
Tengo comprobado que cuando alguien afirma que hay que estar orgulloso de algo, ese ‘algo’ normalmente tiene los días contados. Los que somos de pueblo, llevamos ya unas década escuchando discursos sobre lo importante que es el medio rural, y lo orgullosos que deberíamos estar por tener en él nuestras raíces. Lo mismo con la agricultura y la ganadería, motivos ambos de orgullo para nuestros políticos, aunque luego vean el terruño sólo cuando atraviesan la autovía. No digo que no haya que estar orgulloso de su origen y de hacer bien su trabajo, como así debe ser. Pero de orgullo no se vive ni se cimienta un futuro. Puede que esto nos haya pasado un tanto por esta tierra de Castilla y León, tan grande, tan variada, con tantas posibilidades y tan buena gente. Puede que en ocasiones nos hayamos ido consolando con esos adjetivos y dejando que el tiempo transcurriera y que por desgracia tanta gente se marchara. Pero, como el título del debate en el que participamos hace unos días dentro del congreso Somos CyL de El Mundo de Castilla y León, ésta es una tierra de oportunidades. Y su potencial es tan grande que, pese a las zancadillas y las complicaciones, pese a la burocracia y los malos precios, sería imposible entender el sector agropecuario español sin Castilla y León, motor nacional de tantas producciones.
No estoy hablando de orgullo, sino de datos. El campo es presente y es futuro para la Comunidad Autónoma. Pocos sectores empresariales tienen un compromiso a largo plazo tan claro como el nuestro. Pocos, por no decir ninguno, están tan vinculados al territorio. Pocos son punteros en productividad y calidad. ¿Qué falta? Rentabilidad. Hablemos entonces de la cadena alimentaria, de esas ‘alianzas’ entre industria y distribución. La industria ahí se está equivocando, poniendo en bandeja a la distribución la cabeza del agricultor y del ganadero, por arañar unos céntimos y romper el mercado a base de marcas blancas, que acaban siendo negras y apuntando contra el agricultor. Si estrangulan al primer eslabón, la industria será la siguiente en caer. Hay que revisar esas relaciones, y la administración, la primera la autonómica, y también la nacional, tiene que garantizar que las retribuciones sean justas. Y si no, que frenen autorizaciones, y por supuesto subvenciones a esas empresas de “hoy inauguro, y mañana cierro y si te he visto no me acuerdo”.
Éste y no otro es el problema del sector agropecuario en Castilla y León, un sector al que ni debe ni puede renunciar una de las regiones con más superficie de toda Europa, en la que además falta gente y hay pocas posibilidades de empleo. Si se ataja el problema de los precios, el 90 por ciento del trabajo estará hecho. Y ya sería la perfección si la administración aligerara la carga burocrática y acortara los plazos de resolución y pago, sobre todo para los jóvenes que dan sus primeros pasos en esta profesión, porque lo primero que necesita la vieja Castilla y León es savia nueva.
*Publicado en el suplemento Mundo Agrario de El Mundo de Castilla y León.