El agricultor tiene que tener capacidad para discernir entre lo que es un proyecto serio y posiblemente viable, y lo que es una moda pasajera o una ocurrencia del primer iluminado que te encuentras por la calle. Por lo general, detrás de un cultivo novedoso, hay un agricultor innovador, emprendedor, de esos que suelen ser un referente en su comarca.
J.A. Turrado. Secretario general de ASAJA de Castilla y León
En este mismo espacio de información agraria se podía leer el pasado lunes un amplio reportaje sobre los cultivos menores. Para entendernos, cultivos menores son aquellos que, por la superficie que ocupan y el número de agricultores que se dedican a ellos, no son tan relevantes como otros más habituales en nuestros campos. Ciertamente en muchos de nuestros pueblos se ven cada año cultivos nuevos, y otros cuyas siembras han vuelto a retomarse, obedeciendo a una necesidad del agricultor por innovar y ofrecer lo que el mercado demanda. Estos cultivos, un tanto desconocidos para la población local e incluso para el agricultor que los produce, no se introducen por la llamada de las subvenciones, como sí pasó en otro tiempo con cultivos como el lino, sino que se introducen en busca de rentabilidades superiores a cultivos tradicionales como los cereales y los forrajes. Hay que decir que esta es una apuesta arriesgada, pues nuestro clima y nuestro suelo no son nada fáciles para introducir producciones distintas a las habituales, y el agricultor que experimenta desconoce el cultivo y con frecuencia paga la novatada. Introducir cultivos nuevos supone un cambio o adaptación de la maquinaria, técnicas de laboreo distintas, prácticas agronómicas diferentes para luchar contra las malas hierbas, te enfrentas a nuevas plagas y enfermedades, y finalmente, si consigues una razonable cosecha, has de buscar un comprador fiable que te pague la mercancía por lo que vale.
Es deseable que el campo de Castilla y León explore nuevas alternativas de cultivo, tanto en el nicho de los llamados cultivos menores, como con otros cultivos no menores pero que hasta ahora no habían llegado a nuestras latitudes, como por ejemplo los frutos secos o los olivos. El agricultor tiene que tener capacidad para discernir entre lo que es un proyecto serio y posiblemente viable, y lo que es una moda pasajera o una ocurrencia del primer iluminado que te encuentras por la calle, porque, estos experimentos, cuando fracasan, se llevan por delante una parte de la renta de ese año. Y es en la introducción de nuevos cultivos donde las administraciones públicas deberían de ir por delante haciendo esa experimentación y demostración para que, cuando se traslade a las fincas, se haga ya bajo un modelo de éxito.
Otra cosa distinta, hablando de los cultivos menores, es la escasa oferta en productos fitosanitarios eficientes, y en semillas genéticamente mejoradas, por parte de las grandes multinacionales que operan en el sector. El menor negocio que generan, y el ser en muchos casos producciones locales, les hace poco atractivas para unas empresas que trabajan para la globalización.
Por lo general, detrás de un cultivo novedoso, hay un agricultor innovador, emprendedor, de esos que suelen ser un referente en su comarca.
* Artículo publicado en el suplemento Mundo Agrario del periódico El Mundo de Castilla y León, el lunes 10 de julio.