El pequeño crecimiento de la superficie sembrada de girasol ya ha sido aprovechado por el monopolio de extractoras para apretar las clavijas a los cultivadores y bajar precios. Lo triste es que a los agricultores y ganaderos ni siquiera nos sorprende, porque es una más en la continua manipulación de la cadena de precios de los productos agrarios, el mayor y más enquistado problema para los profesionales del sector.
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
El girasol es un viejo conocido de la agricultura de Castilla y León. Hasta hace poco, se asentaba en las tierras de secano más pobres, porque por su resistencia es de los pocos que aguantan el clima duro de la meseta. En los últimos años, el girasol ha ocupado también espacio en regadío, en rotación con la remolacha, el maíz o el forraje. La estabilidad que en general han tenido las producciones, unos costes moderados y unos precios mínimos pero sin sobresaltos han hecho del girasol un cultivo de mantenimiento, con el que el agricultor no gana pero tampoco pierde, y por otro lado la única alternativa en muchas zonas de esta región.
Cuando en primavera ya se adivinaba la pésima cosecha de cereal, los más viejos del lugar se acordaban que el año 1992, catastrófico como 2017, el girasol había supuesto una tabla de salvación para muchas explotaciones. Aquel año fincas que estaban sembradas de cereal y que se peritaron con producción cero, se levantaron y se sembraron de girasol con la esperanza de que lo que no había dado el cereal lo diera la oleaginosa. Y así fue.
A partir de entonces, el girasol ha ido resistiendo como ha podido, con producciones no muy altas en nuestros secanos y casi eliminado en regadíos, en los que en general compensa más apostar por el maíz o los forrajes. En el último lustro la superficie ha rondado las 250.000 hectáreas, con picos al alza como el de este año, en el que se suman casi 20.000 hectáreas más, sobre todo en regadíos en los que no se pudo sembrar otros cultivos que necesitan más agua.
Por desgracia, este pequeño crecimiento de la superficie sembrada ya ha sido aprovechado por el monopolio de extractoras para apretar las clavijas a los cultivadores y bajar precios. Algo que obedece únicamente a maniobras especulativas, porque España es un país deficitario en pipa de girasol.
Lo triste es que a los agricultores y ganaderos ni siquiera nos sorprende, porque es una más en la continua manipulación de la cadena de precios de los productos agrarios, el mayor y más enquistado problema para los profesionales del sector. Suena muy bonito cuando la ministra, la consejera o la industria dicen que si hay que preparar la agricultura Castilla y León para 2050, que si hay que ahorrar costes de producción, que si hay que contar con alternativas de cultivo para ser autosuficientes y alimentar a la sociedad… pero ninguno de ellos asegura o pone los medios para que el primer pilar, el agricultor y el ganadero, puedan afrontar esos compromisos de futuro sin arruinarse.
Si quieren que ahorremos costes de producción, que bajen las tarifas eléctricas, los carburantes, los abonos, la maquinaria… Si quieren que haya rentabilidad, que se garantice un precio digno y desde luego por encima de los costes de producción. Pero estamos muy lejos de conseguirlo. Para ejemplo, un botón: el girasol este año. Pese a obtenerse buenas producciones, si la industria extractora impone precios a la baja la rentabilidad será nula para los cultivadores.