Justo estos días, en los que el director de Política Comercial del Ministerio de Economía subraya la subida preocupante de los precios de las verduras y frutas, se dan a conocer los índices de precios percibidos por los agricultores y ganaderos en 2002, que experimentaron graves bajadas.
El abismo entre precios en origen y finales queda explícito con este dato: durante el año 2002 los agricultores han percibido por sus patatas un 20,74 menos que en 2001 –un dato que aún podría ser más negativo en Castilla y León, atendiendo a las estadísticas de la Consejería de Agricultura– mientras que este producto, que no requiere elaboración y apenas manipulación, cada vez es más caro para el consumidor. Sólo en los dos primeros meses de 2003, mientras se multiplicaban las críticas y protestas de los productores, los precios de venta al público han subido casi un 4 por ciento más. “Estos datos demuestran que el desequilibrio está superando todos los límites, y parecen burlarse de un sector hundido económica y personalmente, que en estos momentos busca cómo librarse de toneladas de patatas que no ha podido vender”, afirma la OPA. También experimentaron en 2002 bajadas muy importantes otros precios percibidos por agricultores y ganaderos, como los del porcino, aves, conejos, cereales, leguminosas grano y leche.
Parece no tener fin esta escalada de precios, que en algunos casos es de hasta 200 por ciento respecto a lo percibido por el productor. Hasta el momento, la Administración no se ha tomado en serio las reclamaciones del sector, pidiendo medidas como el doble etiquetado, una mayor transparencia en el mercado, y apoyo a la industrialización y comercialización de productos agrarios, entre otras.
Esta situación acentúa los problemas de los agricultores, en una campaña que no ha empezado demasiado bien en Castilla y León: la lluvia ha retrasado las labores y la guerra en Irak ha provocado subidas de más del 15 por ciento en el precio del gasóleo en sólo un mes, mes además de máxima actividad en el campo.
Además, la reforma de la PAC, que prevé mayores rebajas de los precios de las producciones, y que además llevará aparejada una modulación del importe de las ayudas, agravará la situación, y sin duda acarreará la desaparición de muchas explotaciones que no puedan competir en ese nuevo marco.