Es un veterano del sindicalismo agrario, de los que siempre han estado en primera línea de flotación sin reclamar protagonismos ni hacer demasiado ruido.
Es un veterano del sindicalismo agrario, de los que siempre han estado en primera línea de flotación sin reclamar protagonismos ni hacer demasiado ruido. Empezó con Ufade, y después siguió con ASAJA. En estos cerca de 25 años en la organización, ha visto muchas cosas, cosechas buenas y malas, problemas y reformas. Y le preocupa que a veces, el agobio del papeleo y la gestión de las explotaciones lleve a los profesionales a olvidarse de lo otro, de la reivindicación. “El 2006 está a la vuelta, y a saber si no habrá recortes antes, porque yo las cartas que nos mandan los políticos para tranquilizarnos no me las acabo de creer”, comenta.
Jaime R. –de Rubén, su segundo nombre– Arroyo Mateos se montó en el tractor con 13 años. En sus casi 60 años de vida no ha abandonado ni su profesión, ni su pueblo, Villagonzalo de Coca (Segovia). Tiene una explotación de secano y regadío. Compagina varios cultivos y así, unos compensan las pérdidas de otros. El regadío da más dinero, pero también más trabajo, y cuenta con dos limitaciones: los cupos y el agua, ya que el acuífero de la zona está aguardando su recarga. Encima, viene una campaña como la anterior y tienes que hacer milagros para colocar la patata, y los montones de remolacha excedentaria se quedan en el campo aguardando una salida. Los mejores ratos se los da el viñedo, unas poquitas hectáreas de un majuelo antiguo que tiene muy bien atendido, y cuyas uvas entrega en la premiada Bodega Cooperativa de La Seca.
Le da un poco de pena no tener sucesor para esta explotación que sus manos han ido formando. Su hermano, más joven, continuará unos años, pero parece que ni hijos ni sobrinos quieren continuar en el campo. “Lo mejor es la libertad con que trabajamos, pero es verdad que para los jóvenes el poco motivador. Y además, está un problema todavía más grave, que los pueblos se extinguen. Ojalá hubiera sabia nueva”, dice.