José Luis es un chico joven, de 32 años, aunque lleva ya doce en la profesión y ha tenido tiempo de ilusionarse y desilusionarse. “Cuando empecé lo vi como una salida bastante buena, pero pasa el tiempo y se te van quitando las ganas” comenta este agricultor y ganadero de ovino, que comparte faena con su padre. Su desánimo no se debe a las horas que hay que echar, sino a la inestabilidad del trabajo del campo. “Aunque parezca una contradicción, ya que la ganadería da mucha más tarea, es la agricultura la que me preocupa, porque las cuentas no salen. Incluso este año que los precios del cereal han sido buenos, ha pasado como un espejismo, porque tuvimos unas producciones bajas para esta zona”, señala.
José Luis es de Burgos, concretamente de Cilleruelo de Abajo, un pueblo de la zona del Arlanza. La explotación familiar suma unas 250 hectáreas de cereal de secano y girasol, y tienen unas 500 ovejas, todas de churra. Comercializan los lechazos a través de cooperativa, y también participan en Anche. “Los precios son bajos, pero no me quejo, porque conseguimos muy buenas productividades, gracias al apoyo de los técnicos. ¿El secreto en ganadería? Ir poco a poco, no querer ganar dinero en poco tiempo”, dice.
También está afiliado a ASAJA, convencido como está de que hoy es imposible estar solo “te dan palos por todos los lados, y en la organización sabes que tienes amigos y que te asesoran”. Y el resto del tiempo lo dedica a su pueblo, del que es concejal de Festejos. Un pueblo de 300 habitantes que en julio llega a los mil, con cuatro bares, club de jubilados, dos carnicerías, una tienda de alimentación y piscina en verano. Ah, y que suma cerca de una veintena de agricultores jóvenes, lo que no está nada mal.