La reforma de la PAC de la Agenda 2000 ha propiciado que los agricultores y ganaderos comenten, debatan y aguarden con incertidumbre cuál va a ser el futuro que les depara, tanto a sus explotaciones agrarias como a ellos mismos.
Las tertulias de los agricultores y ganaderos de Castilla y León en los meses de invierno, a resguardo en la taberna o en la fragua, giraban tradicionalmente en torno a las labores realizadas durante la sementera de invierno, aquellos quehaceres que quedaban pendientes o los problemas cotidianos de las explotaciones agrícolas o ganaderas. También se aprovechaban las oscuras tardes de los meses fríos programando las distintas huebras para mejorar las infraestructuras municipales deterioradas por el mal tiempo.
Desde entonces han cambiado mucho las conversaciones de agricultores y ganaderos de la región; han pasado a segundo plano los problemas naturales de las explotaciones y han tomado mucha mayor relevancia los problemas administrativos y burocráticos que las distintas administraciones nos imponen, en nombre de la política agraria comunitaria, para desarrollar nuestro trabajo.
Desde luego, el invierno de 2002-03 ha sido especialmente propicio para estos segundos comentarios. La reforma de la PAC de la Agenda 2000 ha propiciado que los agricultores y ganaderos comenten, debatan y aguarden con incertidumbre cuál va a ser el futuro que les depara, tanto a sus explotaciones agrarias como a ellos mismos.
Las medidas propuestas en esta reforma de la Agenda 2000 en nada benefician a nuestro sector agrícola y ganadero de Castilla y León. Un sector que, desde luego, no ha pasado por sus mejores años en el periodo anterior. Nuestras ya maltrechas economías se ven en estos momentos acechadas por unas políticas de desincentivadoras de la producción, diseñadas a la medida de los países europeos más poderosos, que cuentan con producciones mucho más altas que las nuestras. Y aquí están algunas muestras:
– La bajada de los precios de intervención en un 5 por ciento conllevará que muchas de las producciones de Castilla y León sean inviables, puesto que el coste de producción es mayor que el valor de la propia producción.
– La reforma supondrá el desmantelamiento del sistema de deshidratación de los forrajes tal y como hoy lo entendemos, que cuenta con unas infraestructuras en Castilla y León modernas y dinámicas que se pueden ver obligadas a cerrar sus puertas al valorarse sólo a aquellas regiones que cuentan con derechos históricos.
– Traerá un impuesto llamado “modulación”, por el cual la UE se va a ahorrar parte del presupuesto para dedicarlo a otros fines distintos del sector agrícola o ganadero o a otros agricultores distintos a los castellanos y leoneses: una modulación que va a significar la reducción de la miseria que en estos momentos cobramos agricultores y ganaderos, de los llamados pagos compensatorios.
– El desacoplamiento de las ayudas en relación con la productividad de nuestras fincas va a propiciar el desmantelamiento productivo y social del mundo rural en Castilla y León, poniendo en entredicho el tejido social y económico del sector y también de aquellos otros que de una manera directa o indirecta tienen relación con el nuestro.
Con estas medidas tan perjudiciales no es extraño que los campos y los pueblos de Castilla y León estén sumidos en la penuria y el fracaso; que los agricultores y ganaderos de Castilla y León pierdan el orgullo de esta profesión por la que esta organización ha trabajado tanto; que la profesionalidad de este sector quede en entredicho; que el abandono de nuestros campos y explotaciones ganaderas sea masivo; que nuestros pueblos se mueran, como se mueren este año las plantas encharcadas por las deficientes infraestructuras hidráulicas; que nuestros hijos busquen cualquier salida, por mala que sea, antes de seguir en las explotaciones agrícolas de los pueblos de Castilla y León.
Son problemas que están ahí, y que ahora pueden verse agravados en los próximos meses si se toman las decisiones políticas incorrectas, sin tener en cuenta el sentir de nuestros pueblos. Desde luego que no es ni la primera vez que hemos sentido preocupación por la PAC ni la primera vez que se nos ha vendido humo prometiéndonos verdades. Desde ASAJA nunca habíamos visto un futuro tan oscuro para Castilla y León como en estos momentos y por lo tanto, pedimos a las distintas administraciones de ámbito nacional y regional que se considere este tema como un problema de Estado y se trabaje de firme para que la el abandono no asole Castilla y León. Nuestro sector tiene que seguir siendo un eje principal de nuestra economía, ya que esto redundará en beneficio de Castilla y León. De lo contrario, no tardaremos mucho en comprobar cómo Castilla y León pasa de conocida como una de las regiones más extensas de Europa a convertirse en la más despoblada y triste, ya que si no hay actividad económica no hay futuro ni porvenir para nuestros descendientes.
Mis últimas palabras quiero dirigirlas a nuestro presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera Campo. Como presidente de esta Comunidad le pido que confíe en nosotros, en que nuestro prestigio, nuestro orgullo y nuestra profesionalidad son una baza fundamental para mejorar el campo de Castilla y León. Demostraría así que está orgulloso de llevar como segundo apellido campo, nuestro campo.
Desde entonces han cambiado mucho las conversaciones de agricultores y ganaderos de la región; han pasado a segundo plano los problemas naturales de las explotaciones y han tomado mucha mayor relevancia los problemas administrativos y burocráticos que las distintas administraciones nos imponen, en nombre de la política agraria comunitaria, para desarrollar nuestro trabajo.
Desde luego, el invierno de 2002-03 ha sido especialmente propicio para estos segundos comentarios. La reforma de la PAC de la Agenda 2000 ha propiciado que los agricultores y ganaderos comenten, debatan y aguarden con incertidumbre cuál va a ser el futuro que les depara, tanto a sus explotaciones agrarias como a ellos mismos.
Las medidas propuestas en esta reforma de la Agenda 2000 en nada benefician a nuestro sector agrícola y ganadero de Castilla y León. Un sector que, desde luego, no ha pasado por sus mejores años en el periodo anterior. Nuestras ya maltrechas economías se ven en estos momentos acechadas por unas políticas de desincentivadoras de la producción, diseñadas a la medida de los países europeos más poderosos, que cuentan con producciones mucho más altas que las nuestras. Y aquí están algunas muestras:
– La bajada de los precios de intervención en un 5 por ciento conllevará que muchas de las producciones de Castilla y León sean inviables, puesto que el coste de producción es mayor que el valor de la propia producción.
– La reforma supondrá el desmantelamiento del sistema de deshidratación de los forrajes tal y como hoy lo entendemos, que cuenta con unas infraestructuras en Castilla y León modernas y dinámicas que se pueden ver obligadas a cerrar sus puertas al valorarse sólo a aquellas regiones que cuentan con derechos históricos.
– Traerá un impuesto llamado “modulación”, por el cual la UE se va a ahorrar parte del presupuesto para dedicarlo a otros fines distintos del sector agrícola o ganadero o a otros agricultores distintos a los castellanos y leoneses: una modulación que va a significar la reducción de la miseria que en estos momentos cobramos agricultores y ganaderos, de los llamados pagos compensatorios.
– El desacoplamiento de las ayudas en relación con la productividad de nuestras fincas va a propiciar el desmantelamiento productivo y social del mundo rural en Castilla y León, poniendo en entredicho el tejido social y económico del sector y también de aquellos otros que de una manera directa o indirecta tienen relación con el nuestro.
Con estas medidas tan perjudiciales no es extraño que los campos y los pueblos de Castilla y León estén sumidos en la penuria y el fracaso; que los agricultores y ganaderos de Castilla y León pierdan el orgullo de esta profesión por la que esta organización ha trabajado tanto; que la profesionalidad de este sector quede en entredicho; que el abandono de nuestros campos y explotaciones ganaderas sea masivo; que nuestros pueblos se mueran, como se mueren este año las plantas encharcadas por las deficientes infraestructuras hidráulicas; que nuestros hijos busquen cualquier salida, por mala que sea, antes de seguir en las explotaciones agrícolas de los pueblos de Castilla y León.
Son problemas que están ahí, y que ahora pueden verse agravados en los próximos meses si se toman las decisiones políticas incorrectas, sin tener en cuenta el sentir de nuestros pueblos. Desde luego que no es ni la primera vez que hemos sentido preocupación por la PAC ni la primera vez que se nos ha vendido humo prometiéndonos verdades. Desde ASAJA nunca habíamos visto un futuro tan oscuro para Castilla y León como en estos momentos y por lo tanto, pedimos a las distintas administraciones de ámbito nacional y regional que se considere este tema como un problema de Estado y se trabaje de firme para que la el abandono no asole Castilla y León. Nuestro sector tiene que seguir siendo un eje principal de nuestra economía, ya que esto redundará en beneficio de Castilla y León. De lo contrario, no tardaremos mucho en comprobar cómo Castilla y León pasa de conocida como una de las regiones más extensas de Europa a convertirse en la más despoblada y triste, ya que si no hay actividad económica no hay futuro ni porvenir para nuestros descendientes.
Mis últimas palabras quiero dirigirlas a nuestro presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera Campo. Como presidente de esta Comunidad le pido que confíe en nosotros, en que nuestro prestigio, nuestro orgullo y nuestra profesionalidad son una baza fundamental para mejorar el campo de Castilla y León. Demostraría así que está orgulloso de llevar como segundo apellido campo, nuestro campo.