En estos momentos, la relación entre las diferentes organizaciones agrarias es más que tirante, y en algunos casos mucho me temo que pasarán años para que éstas vuelvan a recomponerse. Y es que a las rencillas que puedan aparecer en cualquier momento, muchas veces debidas al deseo de algunos de protagonismo sindical, cuando no personal, ahora se suma una cuestión de fondo: discrepamos en cuestiones fundamentales de política agraria.
Pues bien, en estos momentos, la relación entre las diferentes organizaciones agrarias es más que tirante, y en algunos casos mucho me temo que pasarán años para que éstas vuelvan a recomponerse. Y es que a las rencillas que puedan aparecer en cualquier momento, muchas veces debidas al deseo de algunos de protagonismo sindical, cuando no personal, ahora se suma una cuestión de fondo: discrepamos en cuestiones fundamentales de política agraria. Las malas relaciones de este momento tienen mucho que ver con la interpretación que cada uno le da a la aplicación de la reforma de la PAC, tienen que ver con una crisis del gasóleo que para unos es un gran problema y para otros un problema menor que arregló el Gobierno con cuatro cuartos, y tienen que ver con interpretaciones distintas sobre el papel que tienen que jugar las cooperativas. Así es que si antes el problema eran los empujones que nos dábamos en una manifestación para que nuestro cartel se viese más que el de la competencia, ahora el problema es que no coincidimos en el diagnóstico de los problemas del campo, no coincidimos en el tratamiento a nuestros males, y por supuesto tampoco en el pronóstico sobre nuestro futuro.
Otra parte del enfrentamiento y malas relaciones entre las organizaciones es la responsabilidad directa de quienes nos gobiernan. En Castilla y León empezó el año el consejero José Valín enfrentándonos a todos, y especialmente a ASAJA, con las cooperativas, y después a las organizaciones entre sí, y enfrentando más si cabe a las dos facciones en las que está dividida la Coag. Y metido en el fango, con el dinero de todos los castellanos y leoneses ha premiado José Valín con una riada de millones de las antiguas pesetas a Urcacyl por el hecho de irle poniendo alfombra roja por cada sembrado que pisa. Pero si maestría ha tenido el consejero para dividir al campo de la región, con creces le está superando desde su nuevo cargo de secretario general del ministerio, el que lo fuera antes de Upa, Fernando Moraleda. Pues este último, con favores políticos a Upa y económicos a las cooperativas, consiguió que ambas organizaciones le apoyaron en unas medidas contra la crisis del gasóleo que son un bodrio a los ojos de la parte mayoritaria del sector: Coag y ASAJA. Ese acuerdo es la mejor forma de distraer la atención, al criticarnos entre nosotros por firmar o no haber firmado, mientras en el Ministerio de Agricultura siguen haciendo de las suyas y tronchándose de risa. Y es también dividir al sector el estar apartando a ASAJA a una posición marginal en la interlocución, siendo sin duda la mayor organización agraria de España, mientras el resto de Opas y cooperativas se frotan las manos por considerar que les deja en una situación de ventaja.
Nunca el sector agrario tuvo más efectivos afiliados a las diferentes organizaciones, algo que puede ser fruto de los muchos problemas que atraviesa el campo y de la necesidad de información y servicios que hoy tienen los profesionales. Pero esto sirve de muy poco si las cooperativas se dedican a lo que no deben y olvidan sus cometidos, si la Coag destina todos los esfuerzos a partirse al cara entre ellos mismos, si la Upa sigue en permanente luna de miel con un PSOE en el poder, y si todas ellas, junto al Gobierno central y el de la Junta, van a muerte contra quien conserva coherencia, profesionalidad, independencia y vocación de servicio al sector, que no es sino ASAJA.
No se avecinan buenos tiempos para el sector agroganadero español. Cada vez tenemos más problemas, somos cada vez menos y menos influyentes, y cada vez contamos con inferiores apoyos en la sociedad civil. Por ello no podemos permitirnos el lujo de despilfarrar las fuerzas que todavía tenemos. No podemos permitir que elementos internos ni externos, y mucho menos elementos del mundo de la política, nos dividan y nos debiliten.