ASAJA considera que la situación de inmovilismo que se está dando en las cajas rurales de la comunidad no es buena.
El año pasado volvió a estar de actualidad la cuestión de las cajas rurales tras un anuncio de compra de Caja Rural del Duero por parte de Cajamar. Saltada la noticia de unas negociaciones en dicho sentido, en un principio se supone discretas, aparecieron reacciones desde diversos sectores, unos pocos a favor y la mayoría en contra o recelosos de que un pez grande de fuera de la región se coma a otro más chico de Castilla y León. ASAJA se manifestó en contra, como lo hubiésemos hecho de tratarse de cualquier otra de las cajas rurales. Y la razón no es otra que queremos cajas que sigan estando comprometidas con esta tierra, con clara vocación de servicio al medio rural, y cuyas decisiones se tomen en Castilla y León.
Al margen de nuestro posicionamiento puntual sobre esta cuestión, ASAJA considera que la situación de inmovilismo que se está dando en las cajas rurales de la comunidad no es buena. Reconociendo a cada una de ellas el mérito de haber llegado donde están, parece razonable que, más allá de la autocomplacencia, se debe de pensar en adquirir mayores dimensiones, ganar nuevos mercados, abaratar costes, ganar en solvencia, y en definitiva ser más eficientes y rentables. Sólo así se estará dando seguridad y confianza a los clientes, a los depositantes de fondos, a los socios en definitiva, y por supuesto también a los propios empleados.
Y en una España de las regiones, de las autonomías, y hasta de las naciones como algunos se empeñan en definirse, ASAJA considera que se debe de apostar por un modelo de caja rural única en Castilla y León. Una caja rural con tamaño suficiente como para aguantar la competencia de dentro y de fuera de la región, con tamaño suficiente como para afrontar los proyectos importantes de dentro y de fuera del sector agrario, y con tamaño suficiente como para poder abordar una política de expansión en toda la región, y por qué no, fuera de la misma. Es verdad que si esto no se ha llevado a cabo antes habrá sido porque no es fácil, pero quizás el tiempo haya servido para que quienes pudieran haber sido más reacios se hayan dado cuenta de que no queda otro camino. Quizás ahora, con amplitud de miras y generosidad por parte de los actuales gestores de todas y cada una de estas entidades, se pueda acometer un proyecto serio de futuro que desde luego ilusionaría a los hombres del campo.
El proyecto de una caja rural única en Castilla y León tiene que ser una acuerdo de los consejos rectores y las asambleas de cada una de las cajas, como soberanas que son. Pero no nos engañemos, algunos tienen más responsabilidad que otros en allanar el camino y trabajar a favor y no en contra. Y en todo este proceso, será destacado el papel de la Junta de Castilla y León en el uso de sus competencias en esta materia. A ella se dirige ASAJA solicitándole que medie para buscar el entendimiento, y que apoye a las cajas rurales para relanzar su actividad en una región en la que han jugado un importante papel, y donde esperamos sigan en un futuro siendo útiles y necesarias.
Las cajas rurales son algo más que entidades de crédito. Sus orígenes auténticamente de cooperativa agraria, y su implantación en el sector con la mayoría de sus oficinas operativas en el medio rural, las convierten en algo diferente al resto de las ofertas financieras. En no pocas ocasiones la fidelidad ha venido más por la cercanía con los propios empleados que por el producto en sí. Pero los tiempos están cambiando y las fidelidades ya no son lo que eran, por eso las cajas tienen que ganarse los clientes, sobre todo, por ser las mejores. Por ser indiscutiblemente las mejores.