En ASAJA creemos en el trabajo y en el esfuerzo, y no en “pelotazos” ni en ayudas por no producir. Estoy convencido de que el campo tiene futuro, un gran futuro, por el que tenemos que pelear todos juntos.
Con los años, con las experiencias y a veces golpes de la vida, hay veces que te parece que nada merece la pena. Estos tiempos son difíciles para todos, todas las conversaciones giran en torno a la crisis y al miedo, y parece que el que no es pesimista es un pardillo. Pues bien, seré un pardillo, pero a pesar de todo tengo esperanza en el futuro y hay un puñado de cosas en las que sí creo. Creo en que tras la lluvia o tras la sequía, siempre escampa o llega el agua. Creo firmemente, como aprendí de mis padres, que un gran hombre o una gran mujer no es aquel que triunfa a la primera, sino el que se levanta una y otra vez, y remonta a pesar de todos los problemas. Creo en que, por mucho que uno escale socialmente y se convierta en “el más rico del cementerio”, si cuando vuelves a casa no tienes el apoyo de los tuyos, bien poco vales. Creo en las personas, por encima de procedencia, ideología o cualquier otra condición. Y creo en el trabajo y en el esfuerzo, en que si uno echa el resto una y otra vez, pese a las sequías y temporales, una buena cosecha acabará por recompensarle.
No soy de los que van a misa todos los domingos, aunque muchas de las cosas que en la iglesia aprendí de niño me siguen acompañando y siendo código de conducta. De pequeño, uno de los sermones que más me llamaban la atención era el de los talentos, ese en el que un hombre repartía entre sus descendientes determinado número de talentos –que no eran sólo bienes materiales, sino también habilidad, trabajo e inteligencia –, con la esperanza de que, transcurrido el tiempo, todos ellos hubieran acrecentado ese capital. Dentro de esa parábola está en buena parte la vida del agricultor y del ganadero. La mayoría de nosotros recibió en tiempos unos “talentos”, por vía de nuestros padres. A partir de ahí, con tesón y esperanza, trabajamos para que ese capital crezca. Todos peleamos para ir un palmo más allá de los límites de la explotación que nos legaron nuestros mayores, y nos gustaría que si nuestros hijos nos sucedieran igualmente incrementaran su valía, la hicieran más eficaz y productiva.
Por eso creo que a todos nosotros nos gustaría no tener que depender de ningún tipo de ayuda oficial, y que nuestra renta proviniera de nuestro esfuerzo y del justo precio de lo que producimos, que no es otra cosa que los alimentos que necesita la sociedad. Por eso no nos gustan las ayudas indiscriminadas que llegan igual al que no cotiza en la seguridad social agraria y tiene la agricultura como una renta más, que al que de verdad invierte y se juega el pellejo cada día en su explotación. No se puede dar dinero a cambio de nada, porque eso, transcurrido el tiempo, lo único que genera es el abandono.
Por eso, cuando empezó el debate de a quién deben llegar los fondos de la próxima PAC, que tanta incertidumbre genera a nuestro futuro, una vez más, ASAJA de Castilla y León lo tuvo muy claro: que lleguen no sólo al agricultor y ganadero activo, sino al “superactivo”. Nos hace falta un presupuesto digno que se reparta entre los agricultores profesionales a título principal como nosotros, que sirva para producir, tanto en agricultura como en ganadería, con unos precios rentables para mejorar nuestras explotaciones, infraestructuras y cultivos.
Durante los últimos años se sustituyó la parábola de los talentos y la cultura del esfuerzo por la del “pelotazo”. Políticos irresponsables nos llevaron del gasto y despilfarro a la más profunda crisis económica, tanto a nivel nacional como en nuestra comunidad. Esto nos está afectando de manera negativa, mermando los presupuestos del ministerio y de la consejería, reduciendo o eliminando apoyos a los seguros agropecuarios, a la remolacha, a la incorporación de jóvenes o al cese anticipado, para programas agroambientales o incluso el mantenimiento de las propias cámaras agrarias.
Son momentos difíciles para todos. Nuestra profesión, de la que nos sentimos orgullosos tú y yo, pasa por momentos de incertidumbre, y el sector ganadero por una profunda crisis. Arrastramos los problemas de siempre, nos ponen precio a lo que compramos y a lo que vendemos, lo que compramos sube año tras año y sin embargo, lo que venden nuestros ganaderos está al precio de los años ochenta.
En estos años, y con más intensidad en los últimos meses, me he recorrido Castilla y León de norte a sur, de este a oeste, hablando con muchos agricultores y ganaderos. Gente como yo, a la que no le faltan problemas, pero que me ha abierto las puertas de su nave para explicarme lo que le preocupa. Trabajamos cada uno en puntos distantes, nos enfundamos el mono cada mañana fría y pasamos muchas horas con la única compañía de la radio, pero sabemos que hay otros muchos como nosotros, sabemos que no estamos solos en esta profesión de la que, aunque a veces nos arruine, nos enorgullecemos.
Por eso creo que, pese a todo, el campo tiene futuro, un gran futuro, por el que tenemos que pelear todos juntos. Por eso hoy me dirijo a ti para pedirte el voto el 2 de diciembre, para los hombres y mujeres que como nosotros son agricultores y ganaderos en tu provincia y se presentan a las cámaras agrarias por ASAJA. Lo hago para tener más fuerza, para luchar por nuestros intereses, para buscar soluciones a nuestros problemas, para tener una organización más grande y con más servicios que nos resuelvan nuestras trabas, para mantener las Juntas Agropecuarias Locales y su patrimonio, para trabajar con más ilusión por el sector y por nuestros pueblos. Pero sobre todo te pido humildemente tu voto porque unidos lucharemos por tener un presente digno y un futuro seguro para nosotros y nuestros hijos. Porque tu voto es el de un profesional del campo que, como nosotros, cree que el esfuerzo y el trabajo de cada día son lo que de verdad importa.