Lo acordado sobre financiación de la nueva PAC ¿es bueno, es malo? Primero, hemos de aplicar la “cuarentena”, la máxima precaución, a la hora de valorarlo, porque según es una u otra la fuente que explica el contenido, se interpreta de distinta manera los fondos disponibles y su reparto.
Todo lo que ocurre entorno a la PAC interesa, y mucho, a los agricultores y ganaderos. No sólo como es evidente porque a través de la política agraria comunitaria se arbitren ayudas, también porque del mapa que marcan los políticos europeos en Bruselas se derivan el tipo de agricultura y ganadería que Europa apoya y hacia la que deben converger los profesionales que a ello nos dedicamos.
En estos momentos de crisis, el nuevo marco de financiación europeo, y por tanto también el de la PAC se estaba retrasando más de lo habitual. Hasta hace pocas semanas, a finales de 2012 o principios de éste, parecía imposible poner de acuerdo a los jefes de Estado de los 27 países de la Unión para definir el presupuesto 2014-2020; sin embargo, en pocos días parece que ha habido un entendimiento, que ha cuajado en el acuerdo alcanzado en la madrugada del sábado 9 de febrero.
Lo acordado ¿es bueno, es malo? Primero, hemos de aplicar la “cuarentena”, la máxima precaución, a la hora de valorarlo, porque según es una u otra la fuente que explica el contenido, se interpreta de distinta manera los fondos disponibles y su reparto. Segundo, es verdad que en España partíamos una gran situación de desventaja y desánimo –entre la crisis, los recortes tremendos que se daban por hechos y, para postre, las últimas semanas vividas en nuestro país, salpicadas de corrupción y escándalos–, que no nos hacía confiar demasiado en las fuerzas ni en la ganas que pudieran quedarle al Sr. Rajoy para ir a pelear a Bruselas por una PAC fuerte y con presupuesto para España. Por todo ello, porque esperábamos lo peor de lo peor, quizás el resultado final no ha parecido tan nefasto. “España no sale mal parada”, era el titular que daban muchos analistas, un titular que también indica que en estos tiempos con poco nos conformamos. Sin embargo, hay cuestiones que no nos cuadran, puesto que no se entiende que si el presupuesto de la PAC globalmente baja un 13 por ciento ¿cómo puede ser que el ministerio asegure que España sigue manteniendo e incluso mejorando la partida nacional? Quedan pues muchos detalles por analizar, porque lo que sobre el papel parece creíble luego la realidad lo contradice. Por ejemplo, todavía no sabemos la superficie agraria de referencia para cobrar los derechos, ni tampoco han aclarado nada sobre si cobraremos lo mismo los agricultores cien por cien ATP o los que no lo son. Igual incertidumbre existe en torno a los compromisos “verdes”, el “greening”, ni se ha clarificado la situación en la que quedará el sector ganadero, que soporta una prolongada crisis, ni tampoco qué elementos de mercado potenciará la UE para favorecer el equilibrio de la cadena alimentaria, porque aquí la “madre del cordero” no es otra que los precios. Otros puntos que quedan por determinar afectan al sector de al remolacha, que tiene en 2020 el umbral final para las cuotas, y no sabemos con qué apoyos contará para este cambio; algo similar ocurre con la reestructuración del viñedo, y también con las cuotas lácteas, que en principio desaparecen en 2015 y a fecha de hoy no se sabe exactamente qué mecanismos se pondrán en marcha para adaptar el mercado.
Cuando todas estas cuestiones de gran calado y trascendencia se vayan aclarando, habrá que bajar a la arena nacional para solventar otros tantos problemas, no menos complejos. Arias Cañete tendrá que utilizar mucha mano izquierda si quiere impedir que estalle la guerra entre las distintas Comunidad Autónomas, e incluso entre los distintos sectores o zonas productivas, porque de cómo se diseñe el reparto nacional dependerá de que los derechos actuales sigan valiendo lo mismo, más o menos.
Y ya puestos, habrá que esperar a que se desenrede el ovillo de las ayudas al desarrollo rural, las cofinanciadas por Europa, el Estado y la Comunidad Autónoma+ la que sean pagadas en tiempo y forma, así que habrá que ver qué garantías se ofrecen en el siguiente periodo para que realmente funcionen. En fin, que a estas alturas lo que sabemos de la PAC es mucho menos de lo que sabemos. Y, personalmente, lo que más me preocupa es el sector ganadero: creo que sería imperdonable que nuestros políticos europeos aprueben el marco de la política comunitaria para el sector dando la espalda a nuestros ganaderos. Porque el futuro del campo depende de ello.