Si no suben los precios, los almacenamientos, temporales en principio, se van eternizando, creciendo
C.R./ Celedonio Sanz Gil
Los responsables agrarios de la Unión Europea comienzan a estar preocupados por lo que consideran una “perniciosa acumulación de excedentes”; se oyen nuevas llamadas, cada vez más fuertes y generalizadas, alertando del peligro que puede suponer para el futuro de la Política Agraria Común si no se consigue eliminar esta tendencia de incrementar los almacenamientos. Todavía están en la memoria los malos recuerdos de aquellas montañas de mantequilla, de cereales y de carne, y aquellos lagos de leche y de vino generados en los años setenta y ochenta del siglo pasado que amenazaron la existencia misma de la Unión, y nadie quiere que los montoncitos y charquitos actuales pasen a ser siquiera cerros o lagunas.
Los últimos datos sobre la evolución de las cosechas alertan de que el fuerte crecimiento de la próxima producción de cereales en la UE, sobre todo en España, y la buena marcha en el resto de los países productores va a provocar un nuevo crecimiento de los volúmenes de grano almacenado a nivel mundial, que alcanzará zona de máximos históricos.
Al mismo tiempo, la eliminación de las cuotas de producción de leche ha hecho que los ganaderos aumenten sus niveles de producción en los últimos meses, y se prevé que la tendencia continúe a pesar de que los precios siguen siendo ruinosos. Esto ha provocado que comiencen a acumularse cantidades importante de leche sobrante en los tanques y mantequilla en los frigoríficos.
Similar situación se vive en los mercados de carne, tanto de porcino, como de vacuno, de ave o de conejo, que siguen presentando unas perspectivas de aumento de producción para este año, que van del 4 al 12 por ciento, en todo la UE.
Siete años de crisis
El problema es que los precios a los productores no suben y hay sectores en los que la crisis dura más de siete años. En ciertos momentos, para aligerar la carga de la oferta en los mercados, los responsables comunitarios han autorizado el almacenamiento subvencionado de mercancías, hasta una cantidad limitada. El objetivo era aguantarlas y sacarlas a la venta interior o la exportación en el momento en que mejoraran las cotizaciones y no se provocaran más distorsiones en los mercados. Pero, claro, si esa mejora no llega no hay oportunidad de sacarlas al tráfico comercial normal y los almacenamientos, temporales en principio, se van eternizando, creciendo; mientras estas medidas limitadas apenas tienen influencia sobre la marcha de los precios pagados al productor, que siguen a la baja.
La generación de estos excedentes no tiene nada que ver con la de los años setenta y ochenta del siglo XX, cuando el sistema de subvención de precios mínimos garantizados potenció al máximo la producción de alimentos, que registraban continuos excesos de producción y acumulación de excedentes. Estos excedentes se destruían o se intentaban liquidar a precios subvencionados en los mercados mundiales, lo que provocaba una caída de los precios pagados a los productores en los países en desarrollo. Por lo que la PAC fue considerada el enemigo público número uno en las organizaciones de comercio internacional.
Durante los años ochenta y noventa la UE puso en marcha diversas medidas para limitar la producción y evitar los excedentes. Se recurrió a la fijación de cuotas, en 1984 se introdujeron en el sector lácteo, con pago de penalizaciones por generar excedentes, se pusieron límites a la superficie de cultivo y al número de animales por el que cada productor podía solicitar ayudas, y se introdujeron planes de retirada de tierras de la producción, para que quedaran en barbecho, primero de forma voluntaria y luego obligatoria.
Estas medidas dieron resultado, se redujeron los excedentes y se redujo también el diferencial existente entre los precios de la UE y del resto de mundo. Esto permitió firmar en 1995 el acuerdo de la Ronda Uruguay y crear la Organización Mundial de Comercio que vela por la reducción de las subvenciones a la exportación y los gravámenes a la importación en todos los países.
Incluso en los primeros años del siglo XXI se llegó a pensar en el peligro de déficits alimentarios, que podría condenar a más millones de personas a pasar hambre, cuando el mayor consumo en los países emergentes: China, Brasil, India o Rusia, hizo que descendieran al mínimo las existencias almacenadas de grano a nivel mundial. Pero la crisis económica, con la caída del gasto alimentario en estos países, y de nuevo la eficacia productiva demostrada por los agricultores y ganaderos, que mantienen una mejora constante de los medios de producción y de las técnicas de manejo animal y de cultivo, han hecho que vuelva a aparecer la alargada sombra de los excedentes.
Potenciar el pilar verde
¿Habrá alguna reacción de los responsables de la PAC para frenar esta creciente evolución de los excedentes? ¿Darán marcha atrás en las medidas liberadoras y volveremos a tener un sistema de cuotas en sectores como la leche o el azúcar?
No. En principio, el tema no estará en ninguna agenda oficial y no sería de recibo que se volvieran atrás en una decisión que apenas acaba de entrar en funcionamiento.
Eso sí, se mirarán todavía con más detalles los controles y las normas para conceder ayudas al almacenamiento. El objetivo esencial debe ser impulsar el crecimiento económico en el espacio europeo y propiciar un aumento del consumo alimentario que permita salir de la crisis a todos los sectores productivos.
En esta reorganización continua que vive la Política Agraria Común la nueva acumulación de excedentes será un factor más para potenciar lo que se ha denominado “el pilar verde”, el “greening”. .La imposición de nuevas medidas de protección del medio ambiente será la clave para impedir los excesos de producción. Medidas que es posible que no tengan ningún respaldo científico pero que contarán con ese apoyo solidario de una sociedad en la que está de moda el filoecologismo, sin saber muy bien ni cómo ni por qué.
Medidas que van desde la prohibición del uso de semillas modificadas genéticamente o de ciertos fitosanitarios, como los glifosatos, al impulso del bienestar animal con exigencias cada vez más costosas para el tratamiento en las granjas y en el transporte de los animales.
Al final el resultado de todas ellas, el fin que se persigue, no es otro que la retirada de más tierras de cultivo y la reducción de los animales en las granjas. Esto significa también, indefectiblemente, que habrá menos agricultores y ganaderos, que miles de ellos tendrán que abandonar su explotación en la UE en los próximos años, que los jóvenes no tendrán oportunidades para incorporarse a la actividad agraria y no se podrá producir el necesario relevo generacional.
Aunque eso no garantiza acabar con los excedentes. La laboriosidad del campo, la capacidad de mejora de los agricultores y ganaderos, va mucho más allá de las cortas miras de los regentes de la PAC.