Especialistas de diversas disciplinas –etnógrafos, arquitectos, etc.–, reunidos en la localidad vallisoletana de Urueña y convocados por Joaquín Díaz, han firmado un manifiesto en defensa de la arquitectura popular.
Hoy no es difícil encontrar el mismo tipo de casa en un pueblo del Bierzo que en la sierra soriana o, mirando más allá, La Mancha o Andalucía. Las técnicas de construcción y los avances tecnológicos se han extendido por todo el territorio e incluso los gustos se han uniformado, gracias a la divulgación de, por ejemplo, de los medios de comunicación. Como resultado de ello, hay una clara tendencia a la uniformidad en el modo de construir viviendas en todo el planeta.
Queda, pues, en el olvido, la diversidad de la arquitectura tradicional. Las pallozas y los hórreos de León, las solanas y corredores que protegían las viviendas del norte, los muros de tapial y adobes, ejemplo de aprovechamiento de materiales naturales y económicos, parecen condenadas al olvido y al abandono. Ante esta situación, especialistas de diversas disciplinas –etnógrafos, arquitectos, etc.–, reunidos en la localidad vallisoletana de Urueña y convocados por Joaquín Díaz, han firmado un manifiesto en defensa de la arquitectura popular.
En este documento señalan que es necesario establecer las bases de un proyecto común que coordine las actuaciones de profesionales, legisladores y, por supuesto, usuarios. “El interés de la sociedad hacia este tema no puede verse nunca defraudado por actuaciones incorrectas, desidiosas o especulativas”, subrayan.
En su opinión, es fundamental contar con una nueva y variada normativa –desde los controles de calidad a la normativa de habitabilidad, pasando por la urbanística– que favorezca la conservación y regeneración de esta arquitectura, así como el asesoramiento oportuno a los particulares. También piden a la administración que amplíe las medidas de fomento y las ayudas a la conservación y rehabilitación de estas edificaciones.
Otro problema que estos especialistas destacan es el de la recuperación de los sistemas tradicionales de construcción, así como el conocimiento de los materiales que constituían la base de la arquitectura tradicional y cuya calidad funcional no ha sido sustituida por los nuevos. Así, entienden que es necesaria la formación de albañiles y técnicos en esta disciplina.
Nuestra identidad
Pero, además de las consideraciones económicas y técnicas, este “Grupo de Urueña” afirma que el objetivo último de estas medidas debe ser el acercamiento de la población a los valores de la arquitectura popular. “Sólo si valora su propia arquitectura, como reflejo de su identidad y de lo que una comunidad determinada puede ofrecer de diverso al resto del mundo, se puede tener éxito en una estrategia de rehabilitación y revitalización global del patrimonio tradicional”, apuntan.
Con este manifiesto, quieren destacar que el interés por la arquitectura popular no sólo manifiesta respeto a la identidad como fuente de conocimiento y creatividad, sino que ayuda a conocer más cabalmente al ser humano y sus recursos existenciales. Conocer las tipologías, materiales, formas y soluciones típicos de cada zona ayuda a comprender mejor las raíces de la cultura, al tiempo que nos familiariza con el entorno, ya que estos materiales tradicionales se tomaban del paisaje y entorno cercano. Porque en las paredes de adobe, en las bodegas familiares, en los lavaderos y palomares ha quedado escrita la historia de nuestros pueblos.