Robar en el campo no es difícil. No hay gente, la vigilancia es escasa y los obstáculos para acceder a la propiedad ajena son mínimos, basta con saltar una valla, forzar una puerta o romper una alambrada. Cualquier sitio puede ser bueno: una era, casas en desuso, cobertizos, establos, naves… las mismas tierras de labor.
CAMPO REGIONAL / Teresa Sanz Nieto
En cuestión de unas semanas, a Tomás le vaciaron tres veces el depósito del motor de riego. Cerca de 400 litros de gasóleo cada vez, además de los desperfectos en el tapón, que finalmente optó por dejar abierto, “vamos, que hasta puse facilidades, para que por lo menos no causaran estropicios”. También robaron a otros agricultores de la zona, pero no por triplicado. “Conmigo se cebaron. La verdad es que es muy fácil robar en el campo, y denunciar no sirve de mucho. Vamos, que si no les pillas in fraganti, aunque sepan quiénes han sido, no pueden hacerles nada. La denuncia queda muy bonita, pero al final sólo te sirve para perder la mañana”, se lamenta Tomás.
Robar en el campo no es difícil. No hay gente, la vigilancia es escasa y los obstáculos para acceder a la propiedad ajena son mínimos, basta con saltar una valla, forzar una puerta o romper una alambrada. Cualquier sitio puede ser bueno: una era, casas en desuso, cobertizos, establos, naves… las mismas tierras de labor.
Según los datos de la Guardia Civil, proporcionados por la Delegación del Gobierno de Castilla y León, en el año 2004 fueron 391 las denuncias formuladas sobre robos y hurtos dentro de un ámbito ganadero y agrícola. El reparto por provincias es bastante equilibrado: Ávila, 36; Burgos, 62; León, 61; Palencia, 37; Salamanca, 43; Segovia, 32; Soria, 11; Valladolid, 68, y Zamora, 41.
Se roba de todo. Desde un camión jaula con remolque incluido, hasta un gato y dos gallinas. Hay robos estacionales, como las sandías y melones, que suben en las preferencias de los cacos en julio y agosto, robos gastronómicos, como los jamones; robos de contable, como aquel que se llevó 52 cebollas y 32 tortas de girasol; robos que exigen pericia, como llevarse 400 palomas o talar 19 encinas para llevarse la madera; robos humildes, de poco más que dos kilos de uvas; y otros muy precisos, como el que cargó con la puerta de un tractor, o ese otro que se llevó el foco de la cosechadora, tras desatornillarlo cuidadosamente.
La mayor parte de las denuncias se agrupa en torno a la ganadería y la maquinaria, especialmente a todo lo relacionado con el riego, muy fácil de sustraer. Tubos, aspersores, zapatas, tomas de fuerza, mangueras, bombas de agua, generadores eléctricos, baterías… se repiten en las denuncias, con pérdidas que oscilan entre los 10.000 euros en tubos de riego o los 36 euros en que se tasan cuatro aspersores. Terneros, ovejas, cerdos, colmenas, gallinas son piezas también habituales. Los perros son igualmente presas de los cacos, especialmente los de raza; en este capítulo se lleva la palma Salamanca, con robos de podencos, foxterrier, yorkshire terrier, bíguel, galgos… Caballos y monturas, botas y las espuelas, o incluso los cencerros son materiales que pasan a manos ajenas.
Salvo excepciones, el nivel de esclarecimiento es bajo, a pesar de que en muchas ocasiones existen claros indicios sobre la autoría. A veces se trata de mafias que temporalmente “operan” en una zona; estos días, vecinos de Villavicencio de los Caballeros, en Valladolid, dormían inquietos por los sucesivos robos registrados en la zona: en una sola noche robaron en tres paneras y dos casas. En otras ocasiones, los autores son gente cercana, vecinos o incluso familiares con los que se sostiene algún enfrentamiento o litigio. Un caso curioso es el de un ladrón, que opera en varios municipios palentinos, al que se ha apodado “El Latillas”, porque habitualmente se lleva comida de las casas.
Un pueblo con pocos vecinos es un terreno fácil para el robo, como comenta Felipe. Cuando robaron en casa de este agricultor abulense, en el pueblo había un puñado de vecinos; ahora ya no queda prácticamente ninguno, “así que lo mejor es no tener nada de valor cuando tú faltas, y aún así, si entran siempre causan destrozos. Además, no puedes evitar sentir temor, porque te sientes desprotegido”, comenta.