Luis Miguel de Dios recoge en “El Llanto del trigo” una colección de relatos con el mundo rural como escenario
C.R./ Teresa S. Nieto
Inocencio, también apodado ‘Ángel de San Isidro’, por su afición al trabajo; ‘Quijotinín’, por su ser bajito y amante de causas perdidas, y ‘Norit’, porque alguien le encontró cara de buenazo y borreguito, se resiste a aceptar que su agricultura está ahora doblegada por el SIGPAC, las siglas y la burocracia. “A mis años me van a decir éstos si hago o no buenas prácticas agrarias, no te jode. Y encima un señorito de ésos que no distingue el trigo de la cebada”, farfulla, mientras que el funcionario de turno le pregunta si es ATP: “No, yo principal no: soy uno del montón”, contesta con humildad.
‘Quijotinín” es el protagonista de uno de los relatos “El llanto del trigo”, el libro recién publicado por Luis Miguel de Dios, periodista de larga trayectoria en los medios de comunicación de la región, que ahora se estrena como escritor. Y ha elegido el mundo del que procede y del que nunca se ha desligado, el rural. Los relatos tienen como escenario el pueblo, no como algo nostálgico o costumbrista, sino real, con sus tonos blancos, negros y grises. Está el paisaje; las palabras olvidadas y sin embargo más precisas que las actuales; los apodos… pero sobre todo los sentimientos de la gente, partidos entre el rodillo de la emigración “porque así lo pedía el progreso”, y el apego a la tierra que se dejó atrás.
De todo ello ha sido espectador y también protagonista Luis Miguel, nacido en Guarrate (Zamora). “Creo que desde la administración y la misma sociedad se ha empujado a la gente para que se fuera de los pueblos, y no me refiero solo a lo material, a la sanidad, a la educación o los precios que recibe el agricultor. Palabras como paleto, garrulo, Isidro o cateto han hecho más daño que todo lo anterior, durante mucho tiempo el padre prefería que el hijo fuera bedel en la ciudad que agricultor en el pueblo”, dice. Por ello, le alegra cuando se le acerca algún vecino y le dice que hacía muchos años que no leía ningún libro y que sin embargo ha leído el suyo hasta el final, porque habla de un mundo que conoce. “Yo les animo a recuperar el orgullo por sus orígenes, pronunciar las palabras que escuchaban en sus casas y no esconder el acento, tan digno como cualquier otro”, subraya el escritor.
De los relatos, uno de los más queridos por Luis Miguel es el que cuenta la historia de una niña de ciudad que en la carta de los Reyes Magos pide una única cosa: un majuelo. Con él “podremos correr, saltar y tirarnos al suelo sin que los mayores nos regañen”. ¿Y qué juguete puede igualar eso?
El llanto del trigo está publicado en Agilice Digital www.agelicedigital.com