El campo, por ideología, no ha tenido miedo a la derecha ni a la izquierda, y a esa izquierda más extrema, que todavía podía amenazar con la hoz y el martillo, la creíamos muy lejos de poder tener la mínima influencia en la vida política. Pero estamos ante un tiempo nuevo.
José Antonio Turrado. Secretario Gral ASAJA Castilla y León
Nos guste o no, los agricultores y ganaderos, en tanto que regentamos un negocio en el que hay que rentabilizar las inversiones y ver convenientemente remunerada la gestión y el trabajo, necesitamos desenvolvernos en un clima de estabilidad política. Estoy pensando en estabilidad con mayúsculas, que nada tiene que ver con la alternancia política propia de un sistema democrático como el nuestro, ni con pactos entre partidos para conformar mayorías estables. Porque, que no nos engañemos, en España llevamos muchos años que no hemos tenido que preocuparnos de la estabilidad, pues se daba por seguro que iba a gobernar alguno de los dos grandes partidos políticos y que como mucho necesitarían pactos para los que no faltaría la disposición de los grupos más minoritarios. En nuestro caso, como agricultores y ganaderos, no hemos temido por nuestras propiedades, no ha habido cambios tan destacados en materia de impuestos, ni tampoco en relación con las ayudas o apoyos públicos, y si se me apura, quizás las mayores diferencias las hemos notado en las negociaciones de la PAC, en la defensa de nuestros intereses en el marco de una política agrícola común.
El campo, por ideología, no ha tenido miedo a la derecha ni a la izquierda, y a esa izquierda más extrema, que todavía podía amenazar con la hoz y el martillo, la creíamos muy lejos de poder tener la mínima influencia en la vida política. Pero estamos ante un tiempo nuevo, estamos ante un partido político, y me refiero a Podemos, que ha irrumpido con fuerza y lo ha hecho rompiendo todos los cánones establecidos. Ese partido político, surgido de un movimiento asambleario de descontentos con el sistema en un momento de severa crisis económica y crisis de valores, tiene todas las probabilidades de gobernar España, o al menos de influir en la gobernabilidad de nuestro país en los próximos años. Y respetando la pluralidad política del campo de Castilla y León y con más motivo la de todos y cada uno de nuestros socios, creo que lo que piensa este movimiento –a la espera de conocer su programa– no es bueno para los intereses agrarios que representamos.
Los intereses de nuestros agricultores y ganaderos están muy lejos de postulados que juegan con el derecho de propiedad, que se enfrentan a las instituciones europeas, que consideran enemigos a nuestros principales socios comerciales, que no valoran el trabajo y el esfuerzo, que preconizan no pagar la deuda pública ni las privadas, que defienden el falso ecologismo de moqueta, y que apuestan por destruir las estructuras comerciales sin antes preocuparse de crear otras mejores.
En el campo, hace ya muchos años, hemos entendido que somos autónomos, y aunque con muchos matices, pequeños empresarios. Hemos entendido que el libre comercio es la opción menos mala, por eso hay que modularla con una intervención sensata de los poderes públicos. Necesitamos el dinero de los bancos para invertir en nuestro negocio, y sabemos que para que nos lo den les tenemos que garantizar que vamos a devolvérselo. Y aunque en Europa sigan mandando los mismos, es decir, los alemanes y los franceses, queremos seguir estando en Europa y pareciéndonos más a ellos que al modo de vida de las repúblicas bananeras. Y cuidado con los experimentos si se hacen con nuestro dinero.