AgroHorizonte se ha clausurado con notable éxito. Sin embargo, me quiero centrar en los sectores que no se han considerado estratégicos, pero que tienen un enorme peso en la renta agraria.
Se han clausurado con notable éxito las jornadas de análisis de sectores agrícolas de Castilla y León, promovidas por la consejería de Agricultura, bajo la denominación de “Agrohorizonte 2020”. Digo con éxito porque se han hecho análisis y planteamientos sensatos, se ha dado voz a los diferentes protagonistas implicados en el proceso productivo, ha habido una gran participación de agricultores y ganaderos –sin duda los más difíciles de movilizar–, han tenido una gran repercusión mediática –como casi todo lo que organiza Silvia Clemente–, se ha contado con la colaboración incondicional de organizaciones agrarias y cooperativas, y se ha escuchado a conferenciantes de alto nivel técnico. Poco que objetar a un programa de política agraria que necesita de presupuesto para desarrollarse y necesita que, quien lo ha gestado, obtenga mayoría suficiente para gobernar a partir del 24 de mayo. Si gana otro partido político o se nombra consejero o consejera a otra persona que, con idéntica militancia no quiera muchas herencias de Silvia Clemente, entonces todo el trabajo habrá sido inútil.
Pero dicho esto, en lo que me quiero centrar es en los sectores que la Junta no considera estratégicos y de los que no se ha hablado nada en las jornadas que se han desarrollado en los últimos meses. Pero es más, lo peor no es que no se haya hablado de ellos, lo peor es que las políticas que desarrolle la consejería de Agricultura no están pensadas para apoyarles y por tanto recibirán, por ejemplo, menos subvenciones los jóvenes que apuesten por ellos al incorporarse al campo. Estos sectores no estratégicos para la Junta, pero que en la práctica son tan estratégicos o más que el resto para la economía y el medio rural de Castilla y León, están representados por la apicultura, por la avicultura de engorde y puesta, por el vacuno de carne de cebo, el cerdo de capa blanca, la cunicultura, la ganadería que la consejería denominaba antes como “ganaderías alternativas”, el equino de carne, los cereales de invierno, determinados forrajes y otras producciones menores imposibles de relacionar sin el riesgo de que alguna se olvide. El error de Silvia Clemente es haber condenado al ostracismo a estos sectores que en muchos casos son los menos subvencionados al estar incluso excluidos de la PAC, el error es creer tener la vara mágica para determinar qué es lo que hay que potenciar y qué otra cosa no, con el riesgo incluso de potenciar sectores que terminen generando excedentes y por el contrario cortar las alas a otros para los que en un futuro podría haber buenos mercados y que ya, en el presente, están comportándose como sectores con vocación exportadora. Y no nos engañemos, aun sin ser estratégicos para Silvia Clemente, los cereales representan el cincuenta y cinco por ciento de la producción vegetal y el porcino y la avicultura el cincuenta y cinco por ciento de la producción animal en Castilla y León. Y cuando a estos sectores le va mal, la renta agraria es un desastre.