La pregunta ahora es hasta cuándo puede seguir bajando el precio. Una situación como la actual, que se prolonga ya durante casi cuatro campañas, tiene consecuencias también para la oferta, que, aunque lentamente, se retrae. También tiene consecuencias en la manera de producir.
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
A una semana de la llegada de la primavera, no puede negarse que los cultivos en Castilla y León están bien presentados. Claro que eso no significa mucho: igual ha ocurrido en campañas muy recientes, para que luego en los meses clave, abril y mayo, se desande todo el camino recorrido. Pero en fin, soñemos un poco, pensemos que el año finalmente fuera bueno en producciones, tras dos de cosechas por debajo de la media en la región. Pues ni por esas. Como decía mi secretario general, José Antonio Turrado, hace unos días en un artículo, poco dura la alegría en casa de los pobres. Porque aún cuando está bien presentado el campo, adonde los agricultores miran es a las cotizaciones de precios de los cereales en lonja. Mucho tenemos que retroceder para encontrar precios tan bajos como los de ahora, entre 150-160 euros por tonelada. Si mi padre levantara la cabeza se asustaría pensando que él hace unos treinta años lo vendió el trigo en la era por encima de 30 pesetas, lo que equivaldría ahora a los 180 euros por tonelada.
La pregunta ahora es hasta cuándo puede seguir bajando el precio. Una situación como la actual, que se prolonga ya durante casi cuatro campañas, tiene consecuencias también para la oferta, que, aunque lentamente, se retrae. También tiene consecuencias en la manera de producir, porque la lógica preocupación de los agricultores es ahorrar al máximo en los costes, aún a riesgo de recortar un poco los rendimientos.
Aunque como es de esperar en algún momento ya cercano se toque fondo y las cotizaciones remonten, no falta grano almacenado, así que por el momento nos encaminamos a una cosecha que, sea buena o mala, dejará más pérdidas que beneficios en el sector agrario. Los costes de producción, a excepción del gasóleo, han seguido subiendo año a año: fertilizantes, maquinaria, herbicidas, semillas… Las grandes compañías no han rebajado sus precios, a pesar de que seguramente se han embolsado unos cuantos millones a mayores por lo que han ahorrado en sus procesos productivos a causa de la bajada del petróleo.
Huelga decir que España es un país deficitario en producción de cereales y que, en el mejor de los casos y con buenas cosechas, apenas cubrimos 20 de los 26 millones de toneladas de grano que necesitamos. Claro que lo mismo ocurre con la leche, y aquí estamos, tragando con leche importada mientras los ganaderos se arruinan. Agricultores y ganaderos son dos caras de la misma moneda, y en un mercado lógico ambos deben y pueden tener garantizado su margen de rentabilidad. Que los primeros se vean empujados a suprimir cultivos o lo segundos a cerrar la explotación a la postre acabaría suponiendo el dominio absoluto de multinacionales que impondrían, aún más, sus condiciones.
*Publicado en El Mundo de Castilla y León el 14 de marzo 2016