La estrategia está clara: primero se debilita al sector productor, hundiendo los precios y trayendo materia prima de fuera, y luego se acaba con la industria agroalimentaria del país. Primero cae el ganadero; segundo, la industria. Así funciona una deslocalización en toda regla.
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
Estos días se presentaba el cuarto plan de internacionalización empresarial de Castilla y León para el periodo 2016-2020. Iniciativas que impulsen a las empresas para que consoliden empleo y amplíen sus ventas a través de la exportación son siempre bienvenidas para la provincia de Valladolid y para el conjunto de la comunidad autónoma, porque es en nuestra tierra donde tienen sus raíces y donde queda el valor añadido que se genere. Pero muchas veces lo que ocurre es justo lo contrario: empresas de aquí que son absorbidas por multinacionales de fuera. Esas ventas enmascaran a veces errores de gestión o riesgos indebidos tomados por las empresas; en otras ocasiones, al fallecimiento del titular y a la falta de entendimiento entre los herederos. La multinacional ve en la operación una buena oportunidad de quedarse con la marca y con su nicho de mercado.
Hay casos, como el de Fontaneda, en el que pese a la pérdida de la propiedad se sigue produciendo al menos en parte aquí; similar fórmula ha sido la de Azucarera, ahora británica, pero con plantas y cultivadores en esta zona. En otros casos, menos afortunados, el cierre ha sido total, como el que sufrió cárnicas El Acueducto. Hablamos en todos esos casos de marcas muy queridas por el consumidor y muy unidas a las localidades que vieron nacer y crecer esas fábricas como algo propio. Una situación que ahora vive Valladolid con el anuncio del cierre de Lauki. La estrategia está clara: primero se debilita al sector productor, hundiendo los precios y trayendo materia prima de fuera, y luego se acaba con la industria agroalimentaria del país. ¿Por qué iba a interesarle a la distribución que opera en España, también en gran parte francesa, vender productos elaborados en nuestro país? Primero cae el ganadero; segundo, la industria. Así funciona una deslocalización en toda regla. Encima, el momento elegido por Lactalis para anunciar el cierre no puede ser casual. Desde hace muchos meses, el sector lácteo, tanto español como europeo, vive una crisis muy grave. Hasta que no comience a vislumbrarse la luz al final del túnel, es muy difícil que una empresa o cooperativa dé un paso adelante para comprar la planta, lo que dificulta más hallar una solución.
Con las multinacionales la lucha siempre será desigual: juegan en otra liga. Mientras los sindicatos trabajan para proteger a los trabajadores, las organizaciones agrarias luchan para que a los ganaderos se les siga recogiendo la leche, y los políticos tratan de apaciguar los ánimos, ¿quién ha oído a Lactalis? Ellos no hacen declaraciones ni ofrecen explicaciones; ni siquiera conocemos el nombre del responsable que decide un cierre con tan dramáticas consecuencias.
Duro trabajo le espera a Juan Vicente Herrera y su equipo. El caso de Lauki, además, tiene que hacer reflexionar a nuestros responsables políticos sobre cómo se emplean los recursos y ayudas que las administraciones otorgan a las empresas. Cuando se da subvenciones a compañías sin raíces en nuestra tierra lo único que se consigue es ponerles la alfombra para echar el cierre y largarse.
* Artículo publicado en El Día de Valladolid el domingo 10 de abril de 2016