Los ganaderos se desesperan, y con razón, pensando que al mismo precio que ahora se vendían los lechazos hace treinta años.
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
En el último año la grave crisis, por desgracia aún sin solución, del sector del vacuno de leche ha ocupado la mayor parte de nuestras reivindicaciones, así como las del porcino y el cunícola, golpeados por el hundimiento de precios. Con este panorama general poco optimista, los problemas del sector ovino de Castilla y León han pasado casi desapercibidos. El hecho de que a lo largo de 2015 el precio de la leche de oveja se mantuviera, salvo casos puntuales, en un nivel bastante digno, ha ocultado el infraprecio al que se ha estado y se está pagando la carne, ese lechazo exquisito que es bandera de la despensa alimentaria de Castilla y León. Por decir solo unos datos: en diciembre, pico del consumo, el lechazo cotizó solo a 6 euros kilo, cifra ya baja que en enero cayó a 4,10, y ahora se ha quedado en apenas 3 euros kilo. Un precio vergonzoso e indigno. Los ganaderos se desesperan, y con razón, pensando que al mismo precio se vendían los lechazos hace treinta años.
Desde siempre, el lechazo tiene unos precios más altos en Navidad, época de celebraciones, y en verano, a consecuencia de la escasez de oferta. Encima, en cuanto sube la demanda –y ahí tienen mucha culpa la administración–, hay que pelear con las importaciones, que se cuelan en los supermercados como “lechazo sacrificado en Castilla y León”. Cuando el mercado se anima un poco, llega el cordero de fuera, que nada tiene que ver con el nuestro, y tira a la baja los precios. Esa estacionalidad del consumo juega en contra del sector. Algo se ha hecho, pero por los resultados es insuficiente, para que el consumidor deje de ver el lechazo como un manjar que come dos veces al año. Lo cierto es que se ha avanzado muy poco para conectar con los nuevos nichos de mercado, y prácticamente todo el lechazo que se vende en la carnicería sigue siendo por medios, cuartos o enteros. Queda mucho por hacer para mejorar el proceso de transformación y venta del producto para que sea atractivo para los más jóvenes, por cierto poco amigos de echar horas en la cocina. El consumidor quiere comer bueno, sano… y fácil.
De potenciar la comercialización y de que el lechazo tenga el lugar que merece depende en gran medida lo que acaba cobrando el ganadero. Pese a que los datos demuestran el descenso, año a año, del número de explotaciones, Castilla y León es la comunidad autónoma española con mayor peso en ovino de carne y de leche. No es fácil que haya incorporaciones de jóvenes a este sector. Pocos están dispuestos a ofrecer el sacrificio que supone atender día y noche a este ganado, y el tiempo que hay que dedicar al pastoreo para ahorrar costes en alimentación. Por eso es tan importante que los que están, permanezcan. Y ello depende, no lo olvidemos, de la rentabilidad.
Por último, una llamada al consumidor. Que sepa que pocos sectores como el ovino de carne hacen tanto por conservar el medio ambiente y la biodiversidad. Los rebaños de ovejas forman parte de nuestra historia y paisaje rural. La carne que ofrecen estas explotaciones es de calidad máxima, no ha perdido nada del sabor de antaño. Cualquier día es bueno para compartir un lechazo. Y, ojo, que sea de nuestra tierra y no una ganga congelada de dudosa procedencia y calidad.
* Publicado el 2 de mayo en el suplemento Mundo Agrario de El Mundo de Castilla y León