La segunda parte llegará después de la cosecha, cuando sepamos el precio que nos ofrecen por el cereal. De muy poco sirve una buena cosecha, si luego te pagan el kilo a los 5 duros que gastábamos en una bolsa de pipas cuando teníamos a los 15 años.
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
Después de dormir tantas noches a la intemperie, ha llegado por fin la hora de la cosecha para nuestro cereal. En estos días se está ya generalizando la siega en la mayoría de las provincias de Castilla y León, empezando por las provincias del sur de la comunidad, pasando al centro y acabando, allá por primeros de agosto, por las zonas norte de nuestra comunidad. Por cultivos, el primero en ser cosechado suele ser la cebada, seguida por el trigo, el centeno, la avena y demás. Con carácter general están buenos nuestros secanos. Cuando digo que están buenos no quiero decir que es una cosecha extraordinaria ni el cosechón del siglo: sencillamente señalo que el cereal está por encima de la media de los últimos años.
Pero nuestra comunidad es amplia y diversa, y no vive solo de la agricultura de secano. La abundancia de lluvia en la primavera ha propiciado cantidad y calidad en los pastos, que principalmente aprovecha a diente nuestra cabaña ganadera de extensivo. Merecido lo tenían nuestros ganaderos, ya que con las cuatro perras que reciben por lo que producen, que por lo menos los gastos sean los mínimos.
La cruz esta campaña se la llevan los regadíos de nuestra comunidad, para los que, en mayor o menor porcentaje según las provincias, y la más castigada es la de León, va a ser un año malo. La razón es clara, se ha sembrado tarde y mal, y con esas condiciones las producciones serán mucho menores de las habituales, cuando los gastos han permanecido igual o aún más altos de lo habitual, porque ha habido que acabar con más plagas o resembrar lo que las lluvias encharcaron y no avanzó.
Y así hemos llegado la vorágine de la cosecha. Para los agricultores, sobre todo en un año como éste, es una época bonita en el que da gusto estar en el campo, entre el buen tiempo y las muchas horas de luz, bien acompañados por la maquinaria de hoy en día. Aún así, todos tenemos en mente que la segunda parte llegará después, cuando sepamos el precio que nos ofrecen por nuestra cosecha. De muy poco sirve una buena cosecha, si luego te pagan el kilo a los 5 duros que gastábamos en una bolsa de pipas cuando teníamos a los 15 años. Claro que si hablamos de lechazo hablamos de 1.000 duros, como los que recibían nuestros padres, y ni menciono el caso de la leche, porque el precio de miseria que cobran los ganaderos ha sido el padrenuestro del último año. He hablado en pesetas, porque son tan bajos nuestros precios que si los pasas al euro aún resultan más penosos.
Las lluvias de la primavera, además de complicarnos las tareas, han traído abundantes plagas y enfermedades a nuestros campos. Pese a las horas de tractor y cuba del herbicida, todo a golpe de talonario, es prácticamente imposible controlar la avena loca, el rosón, el ballico… o plagas como la septoria, la roya, tronchaespigas, la nefasia… Todo ello perjudica la productividad y la calidad de los cereales, además de acarrear uso desmedido de fitosanitarios. Por fin, tras la insistencia de agricultores y organizaciones agrarias, parece que va a ser realidad en otoño la quema controlada de parte de la superficie de rastrojo de cereal. Una buena noticia porque permite un control natural de todas estos problemas, además de ser sin duda alguna es una práctica para el medio ambiente mucho mejor que el uso intensivo de herbicidas e insecticidas. Además de limpiar y regenerar el campo, debe y puede ayudar a la prevención de incendios, facilitar la convivencia con la caza y mejoraren definitiva la sostenibilidad y el medio ambiente.
Por último, y como agricultor, no quiero dejar de advertiros que en estos días de mucho trabajo, muchas horas al volante y poco dormir, hay que extremar las precauciones y tomar todas las medidas posibles para evitar posibles accidentes. La vida es solo una, y no merece la pena poner la salud en riesgo por querer abarcar demasiado.
Y tampoco estaría mal que dejáramos a un lado los chascarrillos, mentiras y fanfarronadas sobre el cosechón que vamos a coger en esta parcela o en la otra. Si presumimos en los bares de más de lo que dan las tierras, y de que ganamos lo que no ganamos, no nos podemos quejar luego si los propietarios de las tierras, que tienen el oído muy fino, nos quieren subir las rentas.