Cuando a uno le ha ido no muy bien, o más bien mal en un negocio, es normal que se plantee un cambio. En agricultura cambiar no es tan fácil, porque jugamos con muchas cartas marcadas de antemano.
Donaciano Dujo Caminero. Presidente de ASAJA Castilla y León
Hace cuatro días estábamos los agricultores con el tractor y la bañera recogiendo la cosecha, y ahora estamos otra vez encima del tractor, esta vez con la abonadora, repartiendo abono a las tierras para iniciar la sementera. Como este trabajo de la agricultura no está deslocalizado y no podemos, como hacen las grandes empresas, marcharnos a otra parte con nuestras tierras, naves y tractores, emprendemos la sementera con la ilusión de que esta campaña sea buena en producciones, como lo ha sido la última, y menos mal, porque con estos precios de miseria no habríamos sacado ni para el abono. También comenzamos la campaña con la esperanza de que los reyes magos y todo el santoral empujen para que suban las cotizaciones; eso también se lo pedimos a los políticos, pero igual ni se enteran, porque están muy ocupados desordenando el país.
Cuando a uno le ha ido no muy bien, o más bien mal en un negocio, es normal que se plantee un cambio, a ver si haciendo las cosas de otra manera los resultados son diferentes. En agricultura cambiar no es tan fácil, porque jugamos con muchas cartas marcadas de antemano. La mayor parte de nuestro terreno, en una meseta con altitud superior a los 700 metros sobre el nivel de mar, con terrenos arcillosos o directamente de cascajo, con una pluviometría escasa y para rematar unos cuantos golpes de calor y de heladas según el momento del año, las alternativas a los cultivos tradicionales son mínimas. El objetivo es hallar la proporción exacta de cereal, leguminosas y algún cultivo industrial, como colza o girasol.
Así, con carácter general en Castilla y León desde el año 2010 se ha incrementado la siembra en unas 100.000 hectáreas. Por cultivos, si bien en 2010 reinaba la cebada, con casi un millón de hectáreas, ahora supone 800.000; mientras, el trigo ha crecido, pasando en estas seis campañas de 700.000 a 900.000 hectáreas. Destacar como nota favorable dentro de los cultivos industriales el avance del girasol, que pasa de 200.000 a 250.000 hectáreas, y de la colza, que pasa de 9.000 a 42.000 hectáreas. En el lado negativo en los cultivos industriales está el retroceso de la remolacha, que pasó de 32.000 a 22.000 hectáreas, superficie estabilizada en los últimos años.
También hay un repunte positivo de las leguminosas: el garbanzo pasó de 5.000 hectáreas en 2010 a las 8.000 actuales; las judías de 2.700 a las 4700. Y lo mismo en las vezas, que ha sumado este año 42.000 hectáreas, 8000 más que seis años atrás. En definitiva, se mantiene más o menos estancada la siembra de cereal en aproximadamente 2 millones de hectáreas (oscilando entre trigo y cebada) y ahí donde subimos es en los cultivos que aportan cierta seguridad y un poco más de valor, como son las leguminosas o los cultivos industriales.
Detrás de esos cambios de cultivo está el esfuerzo de cientos de profesionales, que trata de hacer más competitivas sus explotaciones en unas condiciones nada fáciles. Incorporar una nueva producción implica cambios de maquinaria, aprendizaje de técnicas, adaptación de periodos de trabajo. Trabajar más y hacerlo con cabeza. Con todas las limitaciones y con el viento en contra, nuestros agricultores hacen todo lo que pueden para mejorar.
* Artículo publicado en el suplemento agrario de El Mundo de Castilla y León el 26 de septiembre de 2016