Ellos andaban a lo suyo, a la gestoría, a lanzar balones fuera para esquivar responsabilidades y quedar bien en la foto. Así funcionan nuestros responsables políticos agrarios, acostumbrados a seguir el TomTom de esa Bruselas a la que siempre echan la culpa de todo, incluso de lo que depende de ellos mismos.
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
Semana a semana pronto se cumplirá un año desde que los españoles fuimos a votar confiados de que se constituiría un nuevo gobierno, y si tenemos en cuenta que ya seis meses antes de llegar a la urna estaba el país sumido en precampaña y campaña, llevamos casi año y medio interinos y en funciones. Un tiempo en el que los medios de comunicación han estado entretenidos entre dimes y diretes, y un tiempo en el que la sociedad, la gente normal que no puede permitirse estar en funciones, ha seguido levantándose cada mañana para trabajar y cumplir con sus obligaciones.
Y es triste tener que admitir, como algunos apuntan, que poco se ha echado de menos tener a presidente y ministros titulares, o en el banquillo. El país, y el campo en concreto, que es nuestro sector, han seguido funcionando, ellos solitos, aguantando los golpes, como de costumbre. Se confirma así la escasa iniciativa política que existe en este país para impulsar el sector agrario y ganadero, resignados y no sabemos si hasta contentos nuestros responsables políticos de manejar una gestoría dependiente de Bruselas.
En este año de interinidad si había un problema realmente importante y significativo para el ministerio de Agricultura era frenar los abusos de la distribución y de la industria, y marcar unos precios mínimos dignos, especialmente en el sangrante tema de la leche. El resultado, de sobra conocido, es ninguno. Los acuerdos no se han cumplido, no sabemos si porque a un gobierno interino no le hace caso nadie, o si porque ya se había rendido de antemano, abandonando a su suerte al ganadero.
Y estos días, con la nueva sementera en marcha, con los agricultores invirtiendo de nuevo, en ASAJA nos enteramos de que las ayudas cofinanciadas del Programa de Desarrollo Rural vuelven a retrasarse. Hablamos de ayudas a jóvenes, modernización de explotaciones, programas agroambientales, zonas de montaña. Ayudas vitales para cientos de agricultores y ganaderos, que la propia Consejería había anunciado que se pagarían antes de acabar el año. Pues no. No hay presupuesto nacional, la consejera de Hacienda no puede cerrar las cuentas y no hay otra que bloquear los pagos a proveedores y las ayudas cofinanciadas. Para los políticos todo se resume en un problema de contabilidad; para los profesionales del campo afectados, es un verdadero desastre, en un momento muy complicado para la liquidez de las explotaciones.
Y digo yo, ¿ninguno de nuestros responsables políticos, viendo cómo se complicaban las negociaciones para pactar un gobierno, se dio cuenta en verano de que esto podía ocurrir? Por lo visto no. Ellos andaban a lo suyo, a la gestoría, a lanzar balones fuera para esquivar responsabilidades y quedar bien en la foto. Así funcionan nuestros responsables políticos agrarios, acostumbrados a seguir el TomTom de esa Bruselas en la que siempre se escudan, a la que siempre echan la culpa de todo, incluso de lo que depende de ellos mismos. Igual por ellos seguíamos interinos otro año más, o de por vida.