No hay conversación entre agricultores que no empiece con “Cuándo va a llover”, o en el caso de ser área de regadíos “Cuándo va a nevar”, para que se llenen los embalses, apenas con un tercio de su capacidad cubierta, en unas fechas en las que tenían que estar rebosantes.
Donaciano Dujo. Presidente ASAJA Castilla y León
En toda Castilla y León, y más aún por lo inusual en la zona centro y norte, no hay conversación entre agricultores que no empiece con “Cuándo va a llover”, o en el caso de ser área de regadíos “Cuándo va a nevar”, para que se llenen los embalses, apenas con un tercio de su capacidad cubierta, en unas fechas en las que tenían que estar rebosantes. La gente mayor, que ha visto casi de todo, no da crédito a que en provincias como Palencia, León o Burgos casi empezando febrero se pueda ir en zapatillas por los caminos, y que si te acompaña el perro vaya levantando polvo. Le guste o no a Trump cambio climático hay, las estaciones no son unas tan diferentes a otras, y sin duda alguna cae menos agua y los inviernos no son tan lluviosos y fríos.
Cuando, en contadas ocasiones, aparece el temporal, viene de golpe y sin medida, no arregla lo que está mal y en algunos casos hasta perjudica. En los últimos tiempos nos estamos acostumbrando en el sector a que tras una primavera, normalmente seca, venga un verano caluroso, un otoño templado y con poco agua, y un invierno casi igual al otoño, salvo algún pico de heladas y pizcas de nieve. Así está siendo esta campaña, en la que nos encontramos buena parte de nuestros cereales sembrados sin nacer, después de llevar ya casi tres meses en la tierra. Y encima este año no acompañan los embalses, que están al mínimo de capacidad. Muy bien tendría que enderezarse el tiempo en primavera para poder dar en verano los datos de cosecha del año pasado. Con los precios que hay, que siguen escandalosamente bajos, más las inversiones que exige la agricultura, podríamos derivar en un año catastrófico para la agricultura. Y también para la ganadería: más que nunca los ganaderos precisan de buenos pastos y disponibilidad de forraje, porque la alimentación es el coste principal para sus explotaciones.
No están animados los profesionales del campo. En secano, después de una buena cosecha como la 2016, los precios han sido ínfimos; en regadío, no han acompañado ni precios ni producciones. Quiero decir que las explotaciones llegan muy descapitalizadas, y un desplome de producción en 2017 sería muy difícil de encajar.
Cuando van bien las cosas, algunos maldicen del sistema de ayudas de la PAC, alardeando de que ellos se defenderían solos en el mercado. Claro que sería lo deseable, que cada alimento se pagara de forma equivalente a lo que cuesta producirlo. Pero el campo no es una fábrica con techo y condiciones de producción controlables. En años como estos, en los que el tiempo va a la contra y representa una amenaza real a la producción agraria, cabría preguntarse si sería posible para muchos sobrevivir sin dos políticas troncales como son la PAC y el seguro agrario. Con todos sus defectos y limitaciones., principalmente con su escaso compromiso con los verdaderos profesionales del sector, y también con la escasez presupuestaria, en el caso del seguro, hay que reivindicar su importancia. No olvidemos que venga bueno o malo el año, y esperamos que mejore, hay que seguir alimentando a la cabaña ganadera y hay que seguir sembrando y trabajando la tierra, invirtiendo trabajo y también mucho dinero para producir alimentos y manteniendo la vida en nuestros pueblos.
* Artículo publicado en el suplemento Mundo Agrario de El Mundo de Castilla y León, el 23 de enero de 2017