Celedonio Sanz Gil
El sector agrario ha perdido la batalla mediática por la consideración social ante las nuevas generaciones, los denominados “milennials” o “pos-milennials” o generación Z, que incluyen a los nacidos desde los años noventa del siglo XX. Los antagonistas del campo ya escupían esa cansina imagen de los agricultores y ganaderos profesionales como simples recolectores de subvenciones, que esparcían sus quejas perpetuas antes de montar en sus coches de gama alta. Muchos se la creen.
Ahora se ha ido un paso más allá y en las organizaciones de defensa contra el cambio climático, que dominan las redes sociales, se trata a los hombres del campo como enemigos, que se están cargando la naturaleza y a los que hay que destruir ya, sin tregua ni miramiento alguno. De nada sirve explicar que los agricultores y ganaderos son de los más perjudicados por las alteraciones del clima, por las sequías o los temporales inusuales. Insistir en que en esta época de alta inflación hay que valorar aún más su trabajo, con el que ponen a disposición de la población alimentos de calidad y a precios asequibles, a pesar de sufrir el disparatado coste de los medios de producción.
Esa inquina es especialmente virulenta contra los ganaderos, frente a su actividad se unen los que luchan para frenar los malsanos efectos del cambio climático y los animalistas que reclaman el bienestar animal hasta la extenuación, con el veganismo por bandera. Algo que ha dejado de ser solo una dieta alimenticia; su percepción social está dominada por activistas que lo han elevado a movimiento de desobediencia civil, hacen protestas delictivas que crean más comprensión que rechazo entre el resto de la sociedad. Incluso algunos ministros y ministras se convierten en altavoces de sus desmesurados objetivos. Hasta en algunos foros del movimiento reivindicativo del mundo rural y la lucha de la España vaciada rehúyen apoyos del sector agrario, cuando está absolutamente demostrado que solo los agricultores y ganaderos resisten en los pueblos y crean riqueza y empleo permanente.
La desafección que todo esto provoca en las nuevas generaciones es letal para el sector agrario actual, donde casi el 70 por ciento de los profesionales tienen más de 50 años y apenas se vislumbra un relevo generacional para el 20 por ciento de las explotaciones familiares.
Es muy curioso cómo todos esos activistas animalistas en sus postulados ideológicos hablan de solidaridad y justicia social, excluyendo directamente a los ganaderos, a todos los implicados en la industria cárnica, y por supuesto a sus familias, de esta consideración y casi de cualquier derecho.
Haríamos muy mal es desechar estos planteamientos y dejarles de lado por su evidente extremismo o mantener una línea de confrontación, casi casi llegando a su nivel. No. Cuando viajen por carretera fíjense en algún camión de una marca de leche muy conocida. El eslogan ya no habla de su poder nutritivo, de su calidad o de su cuidado envase. En las lonas figura con grandes letras: LA LECHE DEL BIENESTAR ANIMAL. Saben que eso es lo que ahora importa de verdad a buena parte de la ciudadanía y sus dirigentes, es lo que hay que proyectar para mejorar su imagen social.
Por lo tanto, si queremos que el futuro siga siendo ganadero, como ha sucedido desde el principio de la humanidad, hay que ir trabajando, con total transparencia, en unas líneas muy claras de aceptación y mejora del bienestar animal. Unos postulados que, además, serán impuestos por nuevas normativas comunitarias, que avanzarán en estos aspectos sin pararse a pensar que también supondrán mayores costes y fuertes inversiones para los propios ganaderos, que necesitan explotaciones rentables para seguir viviendo de esta actividad.
En un corto periodo de tiempo la ganadería intensiva tendrá que afrontar dentro de la explotación:
- La prohibición de las jaulas y los animales atados en los establos para todas las especies.
- Mayor acceso y regulación de periodos de tiempo en espacios exteriores y un aumento de este espacio por plaza.
- Implantar indicadores del bienestar animal y hasta con un Cuaderno Digital por Explotación en que se inscriban los estados y cuidados realizados.
- Establecer formación para todos los operarios cuidadores de animales. Ya están en marcha numerosos cursos de bienestar animal. Obtener este diploma será imprescindible para trabajar en cualquier explotación ganadera.
Junto a ello, se introducirán nuevas medidas de bienestar en el momento del transporte y del sacrificio. Incluso en la UE se está planteando prohibir el transporte a terceros países o limitar los viajes a un determinado número de kilómetros.
Además, para el consumidor, se impondrán nuevos etiquetados específicos en los que se pueda apreciar la observancia de determinados criterios de bienestar animal en todo el proceso de cría y transformación.
Todo esto pese a que el nivel de bienestar animal en la UE ya es muy elevado, con una normativa estricta, por lo que habría que trabajar fundamentalmente en exigir una equivalencia con las importaciones de países terceros e, incluso, en una aplicación homogénea dentro de la propia UE.
Pese a quien pese y sea como sea, el futuro de la humanidad será ganadero porque hay que comer y disfrutar con la comida. Nadie debe olvidar que, desde las recetas de la abuela a las estrellas Michelín, las mejores comidas nacen del cuidado ganadero.