Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
En pocos días hemos pasado de escuchar los motores de las cosechadoras al de los tractores preparando las nuevas siembras. Pues más o menos el mismo tiempo ha durado el dinero en el bolsillo de los agricultores, porque lo recibido por el cereal de este verano ya está invertido en los gastos de la sementera. Aquí no tenemos tiempos de hacernos las cuentas de la lechera, porque hasta el más soñador se despierta a base de sobresaltos.
En un contexto mundial de precios del cereal al alza, todos se han apresurado a poner la mano y pedir su parte. La primera subida ya la notamos en la cosechadora, un servicio que contratamos la mayoría de los agricultores, ya que no tenemos esta maquinaria en propiedad. Pero mucho peor ha sido el golpe en la renta de las tierras, un gasto muy importante por la escasa propiedad de los titulares de explotaciones, especialmente de los más jóvenes. Con carácter general en Castilla y León las tierras están muy caras, e incluso me atrevería a decir que proporcionalmente están más caros los secanos que los regadíos.
Hacemos mal los agricultores siendo tan bocazas en los bares, exagerando las producciones que tenemos e incluso los precios que cobramos por los cereales, porque se crea una burbuja que no se corresponde con la rentabilidad real, y que anima a los propietarios a subir las rentas de manera indiscriminada. En agricultura los balances no se pueden hacer cada año, sino en un periodo amplio de tiempo: los mejores precios y producciones de un año, tienen que compensar las pérdidas que acumulábamos otras campañas, arruinadas por la sequía. Y a la vez, tienes que sufragar los gastos para la próxima siembra, sin saber cuáles serán resultados de la cosecha del verano que viene.
Pero la economía no entiende de agricultura, y entre el contexto inflacionista general y que alguien ha oído que nos pagaron bien la cebada, la lista de gastos de este otoño es desorbitada. El encarecimiento afecta a todos los costes de producción, siendo el primero en percibirse el de los abonos, al que se han sumado el resto: gasóleo, electricidad, repuestos, etc.
Así, para una explotación de secano media, de unas 200 hectáreas (sembradas unas 150 ha), respecto al año pasado estaríamos hablando de alrededor de 4500 euros a mayores de coste en abono, y otros 3.650 euros más en gasóleo. Es decir, para una explotación cerealista la sementera de 2021 supondría 8.140 euros más que la de 2020. Eso sin contar otros gastos del tractor, como repuestos, ruedas, etc., que también se han encarecido, por la subida de las materias primas, los transportes y los componentes electrónicos, básicos en temas como el autoguiado.
A esta factura de la maquinaria, habría que sumar otras, como es la de la electricidad, notable para cualquier nave, pero especialmente para las ganaderías y para los regantes, todavía esperando a que el Gobierno cumpla con la obligación legal de regular reglamentariamente la doble tarifa. La situación es muy complicada, puesto que todo parece indicar que esta espiral alcista en el sector energético se va a mantener durante bastantes meses.
Con este panorama, y la nueva PAC que está llamando a la puerta, ¿dónde quedó el beneficio de la cosecha?