Empezó en el campo con 14 años, y hasta hace poco nunca le había fallado la confianza en el futuro de su profesión Ahora, como dice, “los síntomas no son buenos”. Especialmente, José Miguel Luquero teme las consecuencias del golpe de la remolacha, “porque los agricultores tienen que sobrevivir, y si no es con remolacha será con otro cultivo, así que vamos a saturar todo”.
Él vive en Navalmanzano, un pueblo segoviano en el que por fortuna y por ahora no ha faltado el agua y ha permitido a José Miguel tener a la remolacha y al maíz dulce como principales cultivos. Sin embargo, por la zona lo que más abunda es la producción de plantón de fresa para Huelva, “un mundo en el que no me he metido, porque mi sentido de la libertad me ha llevado a defenderme a mi manera y a no depender de otros”. Así, los límites de su explotación han estado en lo que buenamente ha podido trabajar solo.
Su idea es seguir con la remolacha hasta que se pueda, “porque si hay que perder la mitad de la producción nacional para salvar a la otra mitad, nadie tiene el futuro asegurado”. Le da rabia que desaparezca la única producción que se cobraba rápido, “porque con el resto vendemos por lo que nos dan y nos pagan cuando quieren, mientras que nosotros tenemos que comprar por lo que nos piden y pagamos a los 30 días”.
Y aún así, este agricultor tranquilo, que le gusta aprovechar los inviernos para leer ensayo, no reniega del campo. “¿Que si me gusta ser agricultor? Es la única profesión que he tenido, no sé si es buena o mala, pero algo tendrá cuando he continuado y permanecido en ella”.