Paco es un agricultor un poco atípico. Primero, dejó la remolacha hace ocho años, cuando nadie hacía demasiado caso de que el cultivo iba el retroceso. Segundo, no tiene “un poquito de todo”, sino que opta por casi un monocultivo de maíz. Tercero, “pasa” de tener el tractor más grande que el del vecino.
Paco es un agricultor un poco atípico. Primero, dejó la remolacha hace ocho años, cuando nadie hacía demasiado caso de que el cultivo iba el retroceso. Segundo, no tiene “un poquito de todo”, sino que opta por casi un monocultivo de maíz.
Tercero, “pasa” de tener el tractor más grande que el del vecino, y considera que cargarse de maquinaria es “tener dinero parado e inservible”. Tiene sus objetivos claros, y actúa en consecuencia. Hace años hacía trabajos agrícolas para otros, hasta que consiguió adquirir una parte importante de las 40 hectáreas de riego que trabaja, para no ser esclavo del arrendamiento. También se procuró un almacén, para tener la posibilidad de sacar parte del maíz cuando lo juzga más conveniente, arañando unos céntimos valiosos en el precio. Vamos, que a Paco le gusta controlar su trabajo en la medida de lo posible, que ya es bastante con tener que aguantar los caprichos del clima y del precio del cereal. Por cierto, no se confía de los precios de este año, y menos cuando ve que los costes, especialmente de los fertilizantes, se multiplican.
Miembro de ASAJA de toda la vida, siente que los sindicalistas “recibamos los palos y otros se aprovechen de nuestra lucha, como esos que tienen otros negocios y meten la mano en el sector agrario, vendiendo a cualquier precio y recibiendo subvenciones”. Paco apuesta por proteger al profesional del sector “bien fácil de identificar mirando la declaración de la renta de cada cual”, y aplicar los recortes de la PAC a los que no lo sean, no como ahora, que se modulan las ayudas a todos sin distinción. A pesar de todo, ama su profesión y asegura que “sería de los últimos que se marchara del campo”.