Con la que está cayendo, que un chico de 25 años apueste por el ovino de leche puede parecer una temeridad. Pero este abulense no es ningún pardillo, sabe muy bien dónde se ha metido.
Con la que está cayendo, que un chico de 25 años apueste por el ovino de leche puede parecer una temeridad. Pero este abulense no es ningún pardillo, sabe muy bien dónde se ha metido. Su decisión de ser ganadero ha sido meditada. Javier estudió Administración y Finanzas y trabajó algún tiempo en un banco, pero finalmente decidió incorporarse a la ganadería, contra viento, marea y opiniones de los demás. Llegó hace un par de años, casi coincidiendo con la crisis actual de precios, “pero voy a aguantar lo que haga falta, me he metido en esto seriamente y no voy a dar marcha atrás”, afirma. Está convencido de que el sector vive una reestructuración que en pocos años permitirá salir adelante a las granjas más profesionales, y ahí quiere estar él.
En estos momentos comparte el trabajo con su padre y su tío, lo que les permite librar de forma coordinada, algo fundamental para la calidad de vida, “porque no es lo mismo si estás solo, ya que encontrar mano de obra es muy difícil”. Tiene en perspectiva aumentar el número de cabezas actual, unas 1.100, apostando por la raza Lacaune y una buena selección genética. También le gusta estar al tanto de las novedades en el manejo y el ordeño, y mecanizar en lo posible la explotación. “Al final, eres un empresario como el que más. Parece que cualquiera puede tener unas ovejas, pero para montar una granja mediana empezando de cero, entre instalaciones, maquinaria y ganadero, no gastarías menos de 70 millones de pesetas, un capital superior al necesario para montar empresas en otros sectores”, comenta.
El día 25 de octubre estuvo en Valladolid acompañando a su organización, ASAJA-Ávila, en la manifestación de ganaderos. Si tuviera que reclamar algo, lo primero sería que las administraciones ponga freno al monopolio que de hecho ejercen “cuatro grandes que imponen unos precios ridículos a la leche, porque hacen lo que quieren y el ganadero no puede defenderse”.
A Javier le gustaría que cambiara la idea antigua del ganadero, como alguien que no pudo elegir su camino y que vive un tanto aislado. “Cada vez el ganadero es más profesional, alguien que defiende su empresa y su trabajo y está al tanto de todo lo que ocurre. Además, vivir en un pueblo ya no es como antes, en media hora estás en la ciudad, y eso es menos tiempo del que necesitan muchos en Madrid para ir cada mañana a trabajar”, concluye.