Reconoce que la apicultura la lleva en la sangre y cinco generaciones dan fe de ello.
M. J. L. C
Reconoce que la apicultura la lleva en la sangre y cinco generaciones dan fe de ello. Con tan sólo 26 años, Castor confiesa que, desde que tiene uso de razón, siempre se ha dedicado al mundo de las abejas aprendiendo, con entrega y dedicación, esta profesión desde la experiencia de padres y abuelos. Por eso, hace cinco años, con apenas 20, decidió independizarse y poner en marcha su propia explotación de colmenas.
Como profesional del sector, este vocal de ASAJA Salamanca que se estrena en la Cámara Agraria con ilusión y repleto de proyectos considera que una de las principales metas a alcanzar en los próximos años sería la de conseguir un mayor respaldo económico, por parte de las administraciones, con destino a la investigación de las enfermedades que, en los últimos cinco años, están provocando la desaparición inexplicable de las abejas. Con este propósito, Castor ha depositado sus esperanzas en la creación de una Asociación de Apicultores Salmantinos que ha comenzado a dar sus primeros pasos.
Casado y padre de una niña, este apicultor de Valero (una bonita localidad de la Sierra salmantina) reconoce, sinceramente, que no sabría ni querría dedicarse a otra cosa, de hecho, el resto de su tiempo lo compatibiliza con el Museo apícola que la familia ha puesto en marcha, hace unos años, en las afueras de Salamanca donde se ofrecen visitas semanales a los colegios para que los niños pueden conocer de cerca esta profesión y el método de trabajo de las propias abejas.
Castor además colabora en Apícolas Fernández, la empresa familiar que sus padres y sus tíos han puesto en marcha para la comercialización de todo lo relacionado con la apicultura: desde productos de belleza hasta polen y miel. Sin duda, la apicultura se ha convertido en la seña de identidad de la familia Fernández Navarro.