A pesar de todo lo que hoy en día tiene en contra el agricultor, que “recibe poco por lo que produce y debe pagar mucho por lo que consume”, Francisco Javier no es amigo de quejarse de las dificultades de su profesión. “Me gusta el campo», afirma.
C.R./ S. Arnuncio
Estudió Magisterio pero después de realizar las prácticas en un centro docente de la capital, lo tuvo claro: no iba a ser maestro. Eligió entonces la profesión de agricultor que había ejercido su padre durante años, y hoy día se dedica a los cultivos del cereal, las leguminosas y el girasol.
Veintiséis años después asegura que no se arrepiente de haber tomado esta decisión. “Yo estudiaba en el noviciado y cuando llegaban las vacaciones me tocaba ir al campo, en Villanuño. Entonces se usaban las mulas para arar. Aquello sí que era doblar el lomo. Hoy nos quejamos de vicio”, dice Francisco Javier Macho.
Natural de Villanuño de Valdavia, se instaló en Villasarracino al casarse, porque de esa localidad es su mujer. A pesar de todo lo que hoy en día tiene en contra el agricultor, que “recibe poco por lo que produce y debe pagar mucho por lo que consume”, Francisco Javier no es amigo de quejarse de las dificultades de su profesión. “Me gusta el campo. Aunque podría vivir mejor dejando la agricultura y dedicándome a arrendar mis tierras, sin estar pendiente del cielo, reconozco que la profesión me tira porque es un trabajo que te deja libertad para elegir cuándo o cómo hacer las labores. En lo mío mando yo, y eso es una ventaja, no tener que depender de las decisiones de otros”.
Lo que sí le parece un abuso son los precios a los que se pagan hoy los arrendamientos de las tierras. “Sin las subvenciones un agricultor que no es propietario no saca rentabilidad”, aunque critica el despilfarro que en los últimos años ha existido en la profesión. “No hemos tenido una cultura del ahorro, y hemos querido tener un tractor mejor que el del vecino. Ahora nos tenemos que atar el cinto”.
A pesar de que no ve un panorama optimista y que “cada vez se ve menos alegría en el campo, porque los precios que recibimos no están de acuerdo con lo que gastamos para producir”, sí aconsejaría a su hijo seguir sus pasos como agricultor. “Éste es un trabajo en el que eres tu propio jefe, aunque también dependas del cielo”.