«Digo siempre que yo he trabajado poco, porque he hecho lo que me ha gustado, he tenido esa suerte», comenta. Julio Pablo disfruta subiendo al tractor y atendiendo su explotación.
C.R./ Redacción
Recién salido de la escuela Julio Pablo comenzó a trabajar en el campo, y desde entonces en él está. Y con gusto: “digo siempre que yo he trabajado poco, porque he hecho lo que me ha gustado, he tenido esa suerte”, comenta. Disfruta subiendo al tractor y atendiendo a las hectáreas de una explotación de secano donde conviven cebada, trigo, yeros y girasol. Como a otros compañeros, lo que le desespera no es echar horas, sino vivir siempre en el aire, y no sólo por el tiempo, sino especialmente por los precios. “Por poner sólo dos ejemplos: el otro año el girasol estaba 72 pesetas el kilo y este año a 30; el nitrato estaba a 52 y ahora a 27. Tienes que ir siempre sobre la marcha, sin poder hacer ninguna previsión”, explica. También le quema la presencia de topillos, que campan por donde les parece a pesar de que ha tratado varias veces.
En su zona, Villamayor de Treviño, la mayoría de los agricultores superan los 50 años. Los poquitos que se han incorporado lo han hecho de la mano del padre “porque es imposible hacerte con tierras si no es por herencia, tienen un precio prohibitivo”, dice Julio Pablo, al que le parece sorprendente el enorme patrimonio que tiene que tener un agricultor para obtener unos beneficios tan mínimos. Como explica, “en el campo te pasas la vida comprando y arriesgando, crédito tras crédito”.
Su pueblo es pequeño. Cuando era pequeño iban a la escuela 26 chicos y 28 chicas, y hoy sólo hay tres niños y tres niñas. No hay tienda abierta, sólo reparto, así que los viajes a Villadiego o Melgar son frecuentes. También visita habitualmente la oficina de ASAJA-Burgos, “gente muy competente. Voy a hacer papeles pero también cuando quiero charlas con otros compañeros sobre agricultura, que es lo que me gusta. Allí estoy como en casa”, afirma.