La llegada del nuevo regadío, allá por 2008, ha marcado un antes y un después para la explotación de José Antonio, al igual que para las del resto de agricultores de su pueblo, Villafer, en León. Le gusta mucho su trabajo, pero hay que hilar fino, porque los márgenes de rentabilidad son muy estrechos.
C.R./ Teresa S. Nieto
La llegada del nuevo regadío, allá por 2008, ha marcado un antes y un después para la explotación de José Antonio, al igual que para las del resto de agricultores de su zona. Ha significado, por ejemplo, que durante los meses de riego en las tierras de Villafer haya más movimiento de noche que de día, porque es a partir de la medianoche cuando los pivot se ponen en marcha. Ha significado una considerable inversión en infraestructuras, que nunca no cesa "porque en cuanto amueblas una hectárea, preparas otra". Pero también ha significado seguridad: "frente a la lotería del secano, el regadío te asegura producción. Hoy todos los agricultores abonamos bien, contamos con buena semilla… pero un porcentaje muy alto de la producción depende del agua", comenta.
En casa de este agricultor de 43 años de Villafer, pueblo a orillas del Esla, el regadío no era desconocido, ya que traicionalmente hubo remolacha, alfalfa o maíz, el cultivo que hoy predomina en sus fincas. "Pero nada que ver con lo de antes, una familia entera esclava para regar 5 hectáreas", compara. Hoy, con el nuevo sistema y con el apoyo del sistema de control informatizado, en cuestión de segundos José Antonio sabe si falta presión en cualquiera de sus pívot. "Una sola persona puede controlar sesenta hectáreas", apunta.
Lo malo de estos nuevos tiempos es que los márgenes de rentabilidad son muy estrechos. "Los gastos e inversiones son enormes, y con suerte te ganas un sueldo. Antes, con poco, mis padres lograban más beneficio". Por eso le da rabia la fama de "cazaprimas" de los agricultores "porque la gente que no está en este mundo no entiende lo poco que se saca, solo se fijan en los tractores y esas cosas. Además, si sacas algo tienes que volver a invertir. No basta con incorporarte, es que tienes que seguir siendo competitivo a los cuarenta, a los cincuenta y aún más allá, porque como mínimo vamos a trabajar hasta los 65". Echar horas, días y años en el campo no le asusta a José Antonio. Pensando en el futuro, "soy conservador, busco estabilidad y el menor riesgo posible. Soy prudente porque, como dice mi padre, que es mi mejor consejero, 'no hay animal más fiero que un agricultor con dinero'. Y es así: tanto ganas, tanto gastas".