Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
Si Donald Trump no cambia antes de parecer, el próximo día 18 de octubre Estados Unidos elevará los aranceles sobre nuestras exportaciones agrícolas, principalmente de vino, pero también de queso, legumbres, porcino o conservas. Nuestro sector es víctima de la guerra comercial que desde 2004 tienen los USA con China y cuatro países europeos, Alemania, Francia, Reino Unido y España, a causa de la competencia entre los aviones Boeing americanos y los Airbus europeos. Trump, en vez de ceñirse a la industria aeronáutica, ha dado una patada que impacta de lleno en el sector agrario, que de nuevo pasaba por allí y por lo visto es fácil meterse con él.
En poco tiempo veremos las repercusiones que tiene para la industria agroalimentaria de Castilla y León y, de rebote, para el sector productor. Cada año se exportan a Estados Unidos desde nuestra comunidad productos agroalimentarios por valor de casi 32 millones de euros, de los que dos terceras partes son vino, que había logrado entrar en el mercado americano. Este traspiés nos recuerda lo importante que es que el sector agroalimentario amplíe y diversifique el número de países a los que exporta, para no estar condicionados por los cambios que surjan, y surgirán, en nuestras relaciones con cada uno de ellos. Pero no podemos permitir que se pierdan los ya abiertos, y en este sentido es fundamental que las administraciones ayuden para mantener el camino despejado mientras dure el pulso echado por Donal Trump. Abrir un mercado en otro país lleva años, y si se interrumpe el comercio, hay que empezar otra vez desde cero.
Hoy por hoy, España es una potencia en varias producciones agrícolas y ganaderas, y la exportación es vital. Cualquier freno en la exportación implica un efecto dominó a la baja en los precios, porque el producto que no se coloca fuera satura el mercado interior.
Hay otro aspecto que sorprende en este asunto. Y es la forma en la que la Organización Común de Mercados ha pasado por alto las reglas que se supone que rigen para todos. Cuando aquí hemos tenido problemas, y algunos muy graves, con la sostenibilidad de algún sector, siempre se nos ha dicho que era imposible favorecerle con medidas de protección porque va en contra la OCM. Al menos creíamos que en el tema comercial las reglas eran las mismas para todos, porque otras que también se presuponen, como las exigencias sanitarias, de bienestar animal, de protección medioambiental y responsabilidad social con los trabajadores, algunos países del escenario mundial las aplican a su manera, muy lejos de lo logrado en Europa. Pero ahora, con esta guerra comercial, comprobamos que tampoco todos los sectores ni todos los países cumplen con el manual.
El órdago de Trump no se resuelve solo echando la “patata caliente” al tejado del sector agrario. Esto va más allá del área de Agricultura, puesto que implica a otras áreas como Industria, como Economía y, por supuesto, la propia presidencia de los gobiernos de los cuatro países afectados, de los que justo España es el más débil.
A la vez, tanto el ministerio como la Junta tendrán que estar pendientes de las repercusiones económicas en el sector agroalimentario, tomar medidas para paliarlas, y sobre todo para que no repercuta al eslabón más débil, los agricultores y ganaderos. ¿Qué culpa tiene un viticultor de El Bierzo de una pelea internacional por aviones en los que seguramente nunca ha tenido la oportunidad de viajar?
*Artículo publicado el 14 de octubre en El Mundo, en el suplemento Mundo Agrario CyL