«Algo que antes se veía como una tragedia general, ahora para el común de la sociedad es solo un leve bache en el camino, y los agricultores se ven obligados, una vez más, a vivir su drama entre la soledad y la incomprensión»
Celedonio Sanz Gil
Contemplar el panorama que ofrece la actualidad agraria en estos primeros días del verano refleja con toda claridad la evolución del sector y nos da pistas contundentes sobre lo que debemos esperar en el futuro próximo. En esta época todas las miradas deberían estar puestas en la cosecha del cereal, más en una campaña pésima como ésta, y en la posible evolución de los precios. Sin embargo, parece que ahora se pasa de refilón sobre las estadísticas productivas y las principales expectativas siguen fijadas en las negociaciones para la reforma de la PAC y en las medidas de Estados Unidos y China que pueden interferir en el comercio internacional.
Los datos de la cosecha actual, con el grano de la zona Sur de la península ya en los almacenes y las cosechadoras avanzando hacia el centro y el norte, confirman que no se superarán los 3,9 millones de toneladas, con un descenso cercano al 30 por ciento, sobre la producción media, que está en torno a los 5,8 millones de toneladas. Será la segunda peor del siglo, quedando sólo por detrás la ruinosa cosecha de 2017. En zonas como la provincia de Ávila o el sur de Salamanca ni siquiera se podrá cosechar. Muchos agricultores tendrán que afrontar un nuevo cúmulo de pérdidas, sin haberse recuperado aún de las sufridas hace solo dos años. Los técnicos de Agroseguro volverán a hacer su trabajo.
Hablas con cualquier agricultor, de los profesionales modernos, formados y enterados, e insisten en que no entienden nada, porque estos datos parecen no preocupar a nadie, ni siquiera en una comunidad que sigue siendo eminentemente agraria como Castilla y León. Es la cosecha de la indiferencia. Hace apenas unos años, ya las previsiones de cosecha desataban fuertes polémicas entre cooperativas, empresas de piensos y organizaciones agrarias por las fluctuaciones que podrían producir en los precios de los mercados agrarios. Ahora, nadie parece inmutarse. Los precios siguen su evolución, con ligeras subidas o bajadas dependiendo de otras cosas que superan a la tierra y al grano. Los agricultores tienen muy claro que, por muy mala que sea la cosecha, no pueden esperar fuertes subidas del precio del cereal porque no hay ningún signo de desabastecimiento en los mercados.
Las organizaciones internacionales estiman que la cosecha mundial de cereales subirá cerca del 1 por ciento, y se mantendrán las altas reservas de grano. En último extremo los fabricantes de pienso podrán rehacer las formulaciones de sus productos optando por la soja u otras leguminosas para dar mayor aporte proteico a los animales, y no pasará nada.
Algo que antes se veía como una tragedia general, ahora para el común de la sociedad es solo un leve bache en el camino, y los agricultores se ven obligados, una vez más, a vivir su drama entre la soledad y la incomprensión.
Sí, porque en los mentideros agrarios y entre los funcionarios de las distintas Administraciones de lo que se habla es de la reforma de la PAC, que sigue abierta y sigue sin concretarse. Ahora añadimos nuevos vocablos que les sirven de mucho entretenimiento. Los debates se centran entre: El “capping”, el recorte de la cantidad máxima que se podría percibir como ayuda directa una explotación, que quedará entre los 70.000 y los 100.000 euros, y sobre la que habría que plantear la regresividad, una reducción proporcionada, y el “greening”, ese componente medio ambiental que se sigue reformulando para que puedan entrar en sus cálculos las tierras de barbecho tradicional, unidas a otros métodos novedosos de cultivos. A ello, se une la definición de agricultor activo, la fijación del porcentaje de ingresos del campo en su renta para ser considerado como tal, algo que al final acaba con la esencia misma de la norma y no protege en absoluto a los verdaderos agricultores profesionales.
Mientras aquí algunos siguen dándole vueltas y más vueltas a esa reforma siempre inclusa de la PAC, el Gobierno alemán ha dado a conocer sus objetivos, que pasan por dar más poder a los países miembros, regionalizar los pagos, para que los Estados miembros con más poder puedan aumentar los porcentajes y las cantidades que aportan a sus agricultores, y elevar su competitividad. Ahora la cuestión es quién será el que pueda hacer frente a sus pretensiones.
Otro que parece campar a sus anchas es el presidente de los Estados Unidos. El señor Trump sigue con su escalada de conflictos en el comercio internacional. Ahora parece haber vuelto su objetivo al plano alimentario y después de arremeter contra la aceituna negra española dirige su munición arancelaria contra el vino francés. Pero no irá sólo contra los caldos franceses, en la medida en que forman parte del cuerpo y la normativa comunitaria un incremento en sus aranceles afectará a todos los vinos de la UE, en especial a los españoles, no en vano Estados Unidos es el cuarto mayor importador de nuestros vinos.
En estos momentos puede ser el vino, pero nadie está a salvo. Mañana puede ser cualquier otro producto que afecte de forma sensible a las producciones norteamericanas porque en esta dinámica de proteccionismo activo, beligerante, en la que se ha enfrascado la Administración de los Estados Unidos, nada ni nadie puede sentirse a salvo.
Pasará el verano, con la calma que impone el calor y la cosecha ya recogida, y habrá que vender el grano lo mejor que se pueda, aunque los montones no sean altos. Tendrán que volver las cosechadoras a las tierras de girasol y de maíz. De nuevo labrar, esperar a la lluvia, que sea justa y llegue en el momento adecuado, para tener un buen tempero, y llenar los papeles del seguro y de la PAC, con todas las nuevas condiciones que seguro impondrán, y acatar las normas.
Para los agricultores el futuro no va más allá y hoy no conviene hacerse más preguntas, porque las respuestas no son buenas. Esta sociedad sigue empeñada en una cruzada de postureo ecologista, que tiene sus efectos directos sobre el modelo de producción actual. Cada vez habrá más condicionantes para producir: El consumo de gasoil, las semillas, los fertilizantes, los fitosanitarios… todos los elementos que hasta hoy se utilizaban sin problemas pueden ser considerados dañinos y eliminados del mercado. Algunos quieren eliminar hasta al mismo agricultor, así qué les va a importar un desastre de cosecha, en su mirada pacata ya es un desastre que haya cosecha.