Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
Los agricultores, mal que nos pese a veces, siempre queremos lo mejor para nuestra explotación. La mejor maquinaria, el abono preciso, la mejor tierra posible, y por supuesto, la mejor semilla. Pasamos horas conversando sobre los resultados que ofrecen unas variedades u otras, de si la que funciona bien en una parcela se ha estrellado en la de al lado, o de si quizás este año pruebes con la que puso el vecino. Elegir semilla es para el agricultor un momento importante, porque la semilla es el primer paso para lograr esa buena cosecha por la que cada campaña trabajamos con entusiasmo, a pesar de que luego el tiempo o los malos precios se lleven al traste nuestras expectativas.
Los agricultores profesionales sabemos del valor de la semilla certificada, y de hecho la compramos. Esa R1 con casi toda seguridad ofrece una R2 que dará el mismo o mejor resultado, y tradicionalmente el reempleo de la semilla original se ha prolongado durante cuatro o cinco años. Pero un día las multinacionales de semillistas decidieron que había que gravar doblemente al agricultor, primero en la compra inicial, y de nuevo cada vez que reemplea la semilla que ha crecido en sus propios campos. Algo que es difícil que acepte el sector porque se estrella contra una práctica que el agricultor solo puede percibir como natural, puesto que él mismo genera esa semilla en sus campos, y para su propio uso.
Sin embargo, hoy por hoy, así lo obliga la normativa europea y nacional. Tu semilla no es tuya. ASAJA Castilla y León no lo comparte, aunque lógicamente no podemos más que advertir a nuestros agricultores sobre la existencia de esta obligación.
Tampoco nos parece justo que en este tema de la semilla sea siempre el consumidor, el agricultor en este caso, el sospechoso. Tampoco todas las semillas cumplen lo que prometen. Se echa en falta que la investigación tenga en cuenta las características agronómicas de nuestra tierra a la hora de lanzar nuevas variedades, y no que nos toque adaptar a la meseta variedades diseñadas para el campo francés. La biotecnología abre un campo inmenso de posibilidades, y el sector demanda variedades resistentes a un tiempo cada vez más inestable a causa del cambio climático, y que además que estén protegidas desde su origen contra plagas que hoy por hoy solo puede controlarse con tratamientos posteriores, más costosos y menos sostenibles.
Artículo publicado en la revista CAMPO CyL