Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA CyL
Cuando llegue a las casas este periódico, la cosecha estará muy avanzada en Castilla y León. Los motores de las cosechadoras no pararán hasta mediados de agosto, quince días más de lo que es habitual, porque esta campaña vamos más retrasados, tras esta larga y lluviosa primavera, con tormentas que han coleado ya entrado el verano, y que nos recuerdan que el cambio climático sigue desmontando lo que hasta ahora era típico en cada estación.
No será un año de récord, porque la sementera se hizo en malas condiciones y ha habido etapas muy desiguales, llegando casi hasta marzo con una sequía alarmante, e irrumpiendo por entonces las lluvias, que fueron un no parar entre mayo y mediados de junio, y que multiplicaron las malas hierbas y las enfermedades.
Además, hay que sumar las pérdidas por granizo, con unas tormentas que han seguido haciendo daño hasta bien entrado el verano, especialmente en las provincias del norte de la Comunidad. Aunque no puede conocerse todavía el número exacto de hectáreas afectadas por el pedrisco, en todo caso superan las 200.000, en mayor o menor porcentaje de daño y en algunos casos hasta del cien por cien. Para todas ellas pedimos a Agroseguro que, como otras veces, no nos falle, que ponga todos los medios necesarios para que se periten rápidamente, para que los agricultores no tengan que dejar muestras, que complican la recolección. Y también que se cursen los informes lo antes posible para que se perciban los pagos sin demora, porque si ningún año nos sobra el dinero, después del pésimo 2017 todavía es más necesario para la explotación contar con algún ingreso.
Tanto en la campaña pasada como en la actual, se confirma la necesidad vital de contar con un seguro que proteja la explotación. Sea por sequía, sea por pedrisco, la explotación agraria profesional tiene que asumir como un coste fijo el seguro, y también las administraciones han de tener entre sus prioridades la mejora de las condiciones de suscripción. Y eso que en este tema en Castilla y León vamos por delante. Nuestro sector es de los más profesionalizados del país, y se prueba en el alto índice de aseguramiento, que esta campaña podría alcanzar casi el 80 por ciento del total sembrado. Si tenemos en cuenta la superficie que es de jubilados o personas o empresas que tienen la agricultura como actividad complementaria, podríamos decir que casi el cien por cien de los agricultores profesionales de la Comunidad Autónoma tiene asegurada su producción, principalmente contra los riesgos de pedrisco e incendio, los más devastadores.
Con todo, la cosecha 2018 podría estar en Castilla y León cerca de los 7 millones de toneladas, y en el conjunto de España rondar los 18 millones de toneladas. En nuestra comunidad autónoma ese dato significa multiplicar por tres la paupérrima cosecha del 2017, que preparó un buen agujero económico en el sector, por lo que para los agricultores es más importante que nunca medir bien cómo vender esta nueva producción para lograr el mayor beneficio.
En tiempos de nuestros abuelos, en un año tan nefasto como 2017 el cereal hubiera valido mucho, y este 2018 con buena cosecha valdría poco. Pero ahora todo está globalizado. Castilla y León será el granero de España, pero en el planeta casi somos una gota en el océano, y sea nuestra cosecha buena o mala poco afecta a los precios mundiales del cereal, que por cierto estos días están en plena subida. Eso no impide que los mismos que en el pésimo 2017 decían que nos tenían que pagar poco por el trigo porque mandaban los mercados mundiales, este año digan que como hay buena cosecha en tu comarca tiene que bajar el precio. Con esos especuladores tan “listos”, hay que tener ojo, y no precipitarse en la venta.
Los profesionales de la agricultura sabemos de antemano lo que haremos con nuestro cereal. Por un lado están los que entregan en cooperativas, donde son sus directivos los que tienen que comercializar el cereal al mejor precio posible a lo largo de la campaña. El resto de agricultores vende normalmente a los almacenistas que operan en la comarca donde radican sus explotaciones. Este segundo grupo de agricultores se cuidan mucho de apresurarse a vender, y van con pies de plomo hasta que ven la evolución de los precios. Y no me olvido de otro segmento del sector, que son los no profesionales o agricultores ya jubilados, que son los que mayoritariamente venden nada más cosechar y al precio que se lo paguen. Los almacenistas amigos de especular se aprovechan de esta prisa por dar salida al grano, y además tratan de presionar así a la baja los precios en perjuicio de los verdaderos profesionales, que aguantan más el tipo y los precios.
Como presidente de ASAJA y también como agricultor, no os voy a dar consejos porque cada uno sabe lo que debe hacer en su casa. Pero sí os diré lo que yo mismo hago por estas fechas. Busco el mejor precio, sin racanear hasta el último céntimo: importa más cerrar operaciones con gente de fiar que con paracaidistas a los que les importa poco crear esta campaña un quebranto porque la próxima estarán muy lejos de aquí. Tampoco es bueno poner todos los huevos en la misma cesta, casi siempre es mejor alternativa espaciar las operaciones de venta –por ejemplo una a finales de noviembre y otra al comienzo de la primavera– que jugársela a un único precio.
El año es propicio en producción, pero los costes han sido muy elevados, lastrados por el aumento del precio del gasóleo, los fertilizantes y fitosanitarios. De lograr una buena venta depende nuestra cartera y las inversiones que nuestra explotación podrá afrontar la próxima campaña. Así pues, no nos volvamos locos en agosto, mirando cada día las cotizaciones de las lonjas. Nunca ha sido bueno vender en caliente. Agosto es el mes para cerrar la cosecha, recoger la paja y pasar unos cuantos días tranquilos, aguardando que a mediados de septiembre caiga un poco de agua nos refresque y podamos comenzar a preparar las tierras para la nueva campaña.